Macbeth, de William Shakespeare (versión de Javier Daulte)



El estreno de una nueva versión acerca de una obra clásica es una apuesta arriesgada. Presentar una obra de este tenor implica librar una batalla en dos frentes: el trabajo con el texto original y la ineludible competencia con otras propuestas más o menos contemporáneas...

A William Shakespeare se atribuye la autoría de Macbeth, una tragedia en cinco actos escrita en prosa y en verso. Su composición y posterior estreno datan aproximadamente de 1606. La reinterpretación de Javier Daulte ya estuvo en cartel a finales de 2012. En febrero de 2013, el Teatro San Martín repone la obra; la apuesta consiste en elementos fieles al producto original (personajes, textos, tiempos), a los que se suman a una propuesta diferente desde lo escénico.


Si bien Daulte mantiene el texto original, la puesta en escena se aleja de lo clásico. Andamios metálicos cromados giratorios, dinámicos juegos de luces, vibrante y sensual danza contemporánea, estética de videoclip, vestuario anacrónico, música de rock y ambient son algunas de las características que hacen a la versión de Javier Daulte. El impacto sensorial en el espectador se produce incluso antes de comenzado el espectáculo. Las sorpresas escenográficas se suceden una tras otra: monumentales plataformas giratorias, segmentos que ascienden o descienden, máquinas de humo, y hasta un escenario que se divide cual bíblico océano.

Sin embargo, superado el deslumbramiento, el público puede llegar a sentirse un poco mareado. Los magníficos balcones industriales no terminan de crear espacios nítidos (más bien, todo pareciera acontecer en una misma, inhumana y gigantesca habitación). Los vestuarios anacrónicos, por su parte, también colaboran para la desubicación de la audiencia: actores y actrices lucen atuendos que bien podrían representar toda la vestimenta de la segunda mitad del siglo XX. En lugar de espadas hay revólveres semiautomáticos, rifles de asalto y puñales. Todas estas decisiones escénicas, que deberían poder sostenerse por sí mismas, pierden mucha de su validez cuando entramos en la cuenta de que no parecieran orientarse a algún mensaje en particular. Las elecciones del director quedan plasmadas sobre las tablas; la incógnita de lo que quiere contar con todo ello, también permanece sobre el escenario.

¿Pero qué hay de las interpretaciones? Es cierto. Ninguna obra, por más clásica que fuere, puede ir más allá de los hombres y mujeres que hacen que el relato suceda. Si dejamos este punto para el final es porque toda obra es una cadena tan fuerte como su eslabón más débil. En el caso de la Macbeth de Daulte, nos referimos a la disparidad actoral. Sería injusto de nuestra parte olvidar el trabajo de ciertos intérpretes que conocen muy bien al teatro y su lenguaje específico. Desafortunadamente para la historia, se trata de muchos personajes secundarios cuyo esfuerzo resulta insuficiente para rescatar a Macbeth de protagonistas a veces más o a veces menos talentosos, pero siempre demasiado televisivos.

Acaso más grave que lo anterior sea el hecho de que cualquier espectador ubicado de la mitad del auditorio para atrás se pierde grandes porciones de parlamentos, o bien por defectos técnicos de la misma sala, o bien por incapacidad de los propios protagonistas de proyectar debidamente su voz. A ello no contribuye la confusión entre elocuencia y elevación del tono de voz por parte de Alberto Ajaka (Macbeth) y Luciano Cáceres (Macduff). Tampoco suma (más bien, resta) el limitado conocimiento de la expresividad corporal de dichos actores, encarnados de manera pobre y declamativa. Por su parte, Mónica Antonópulos demuestra un desempeño superior a aquellos, aunque tampoco alcanza para dar jerarquía a su papel de Lady Macbeth.

Tal vez la síntesis de toda la experiencia Macbeth según Daulte sea el monólogo de Martín Pugliese, una licencia poética dentro del texto original que, aunque produce una disrupción profunda con el tono del relato, cosecha aplausos. El interludio es una suerte de stand-up sobre los personajes secundarios. Son varios los pequeños papeles con grandes performances en esta obra. Aparte de Pugliese, podemos nombrar a Francisco Pesqueira y a Fabio Aste, artistas que conocen muy bien el quehacer teatral y que demuestran su fluidez en cada escena.

No podemos terminar esta reseña sin destacar la participación de las tres bailarinas y actrices que encarnan a las brujas: Leticia Mazur, Débora Zanolli y Margarita Molfino. Su desempeño es impecable. Entre las tres funcionan de manera compacta, prácticamente como una única unidad dramática. La actuación sinérgica de estas hermanas-brujas es uno de los puntos más salientes de todo el espectáculo.

Los clásicos están fuera del tiempo. Sus modales y maneras pueden ser contextuales, pero su naturaleza profunda trasciende a todo ello. De ahí que no necesiten ni deban ser actualizados. En todo caso, la originalidad de cada presentación consiste en el énfasis concedido a un aspecto de la obra. Vestuarios audaces, puestas en escena con estética industrial y música del siglo XXI pueden parecer una jugada valiente, pero la verdadera apuesta siempre pasa por lo actoral. Si el teatro olvida eso, entonces el público y el arte se van con las manos vacias.

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Macbeth se presenta en el Teatro San Martín (avenida Corrientes 1530, Ciudad Autónoma de Buenos Aires) hasta el 28 de febrero de 2013. Las localidades van desde los $40 a los $60.


Texto: Guido E. Maltz.


Ficha técnico-artística:
Tìtulo: Macbeth.
Autor: William Shakespeare.
Duración: 135 minutos.
Actores: Alberto Ajaka, Mónica Antonópulos, Luciano Cáceres, Agustín Rittano, Julieta Vallina, Alberto Suárez, Leonardo Saggese, Fabio Aste, Leticia Mazur, Débora Zanolli, William Prociuk, Joaquín Berthold, Emiliano Dionisi, Margarita Molfino, Ezequiel Rodríguez, Francisco Pesqueira, Julián Calviño, Martín Pugliese, Javier Niklison, Federico Buso, Marcelo Pozzi y Valentino Alonso.
Coreografía: Carlos Casella.
Dirección: Javier Daulte.
Música: Diego Vainer.
Escenografía: Alicia Leloutre.
Iluminación: Gonzalo Córdova.
Vestuario: Mariana Polski.
Versión: Javier Daulte.
Traducción: Daniel Zamorano.
Lugar: Teatro San Martín (av. Corrientes 1530, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina).
Teléfonos: 0800-333-5254 ó 4371-0111/18. Presentaciones: Jueves, Viernes, Sábado y Domingo.


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