Pequeño editor, diez años.


Las bibliotecas para chicos son petisas. Entre sus estantes se acumulan libros gordos, de tapa dura, con ilustraciones grandes, con poquitas y muchas palabras. Todo adulto lector tuvo un rincón de libros en casa. Desordenado, entre crayones y muñecos, ahí van a parar las historias que viajan a través de imágenes y textos. Hoy, la editorial Pequeño editor cumple diez años. Uno de los sellos más audaces de literatura infantil se debe un lugar especial en la biblioteca de los chicos de hoy y mañana.
Para celebrar el aniversario, nos juntamos con Raquel Franco, coordinadora general, lectora y editora. El recorrido de Raquel incluye su paso por la carrera de Letras (UBA) y un posgrado en Edición en la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona. Dentro del mundo editorial fue secretaria, correctora, editora, coordinadora gráfica, coordinadora autoral, lectora crítica, responsable de producción, editora de revistas especializadas, coordinadora en el Ministerio de Educación, consultora; desarrolló libros para el aula, ensayos universitarios, libros técnicos, testimoniales, científicos. Luego de crear su propia agencia de desarrollos editoriales, desde 2009 coordina Pequeño Editor.

         
“La editorial fue fundada en 2001 por Diego Bianchi (Bianki) y Ruth Kaufman”, nos cuenta. “Empezaron a fantasear con publicar los libros que les gustaban. Así que arrancaron con la colección “Fuelle”. Todo comenzó muy despacio en un proyecto colaborativo entre autores e ilustradores. Contamos con el apoyo de la imprenta Latin Gráfica, ya que inicialmente había que hacer una inversión muy grande. Ellos se asociaron e imprimían los libros. La editorial empezó a crecer como un proyecto de culto. Al principio, no tenía ni oficina. En el año 2008, yo tenía una oficina propia y les ofrecí compartirla. Ruth me contrapropuso que los ayudara a coordinar. Paulatinamente empezamos a armar algo más organizado, coordinar lanzamientos, etc. En 2009 y 2010 la editorial creció mucho económicamente y eso ayudó a publicar más, darle distribución, prensa, etc.”

 Al crecimiento editorial, lo acompañó el de sus colecciones y autores.  Sin embargo, hay cosas que no cambiaron: “Las energías creativas siguen siendo las mismas. Siempre hacemos primar nuestros criterios estéticos y literarios, que los libros se puedan compartir entre niños y adultos. Cambió lo administrativo, pero no el proyecto en sí.”

Si hablamos de libros que quedaron en el recuerdo de cuando éramos aún pequeños, esta editora intrépida se acuerda de que tenía en su casa un libro en el que había un muñeco de trapo que no tenía ni nombre ni identidad. Empezaba a mirarse con otros animales y se daba cuenta de que no era un rinoceronte, ni un elefante, ni una jirafa. Llegaba así a la conclusión de que él era él. La singularidad de este muñeco de trapo, que remite a la búsqueda de lo que somos y lo que deseamos ser, se plasmó en cierta forma en el trabajo que hoy Raquel desempeña. Buscar nuevos caminos, ilustraciones desafiantes, textos con conflictos latentes en los que los lectores -pequeños y grandes- puedan involucrarse, parecieran ser las premisas de las colecciones que encara.


Hoy Pequeño Editor cuenta con la colección ”Cuadriños”, dedicada a la historieta; “Incluso los grandes”, que busca tender puentes entre los intereses específicos de los adultos y los niños; “Zoom”, que invita a sumergirse pixel a pixel en las imágenes; la clásica “Fuelle”; “Variables gráficas”; y, nuestra preferida, “Cuentos del globo” donde se presentan tres versiones de una misma historia. Cada libro trae la unión entre un texto y un ilustrador. Entre sus páginas ya pasaron Isol, Jorge Luján, Liniers, Roberta Iannamico, Cristian Turdera y los mismísimos Bianki y Kaufman -quien recientemente acaba de obtener el tercer premio en “Literatura infantil” otorgado por la Secretaría de Cultura de la Nación-.
           

 ¿Qué tiene que tener un libro para que se pueda compartir entre chicos y adultos?
  Lo primero que nos podemos preguntar es qué tiene que tener un libro para chicos: tiene que tener algún desafío, alguna experimentación y algo que convoque a su interés de niño. Pero no es tan fácil encontrar esa combinación de cosas. Lo cierto es que los animales convocan el interés de los chicos, los autos convocan el interés de los chicos, las historias de amor, las flores, los duendes, las hadas… Los chicos tienen una cantidad de intereses enorme. Pero se puede elegir no darles fórmulas conocidas permanentemente, ni finales felices y regalados. O sea, un cuento con un pequeño conflicto es algo que convoca más, porque sucede algo que al chico le produce ansiedad, preocupación. Volviendo: para convocar tiene que tener: una ilustración no edulcorada; un relato bien contado; y un problema en el que el adulto y el niño sientan que se está apenado a su inteligencia, a sus emociones y a sus creencias. O sea, que toque algo de los problemas humanos. Es decir, si la literatura no apela a las emociones y al pensamiento, es otra cosa.

La pregunta que nos hacemos ahora es, siendo los libros tan coloridos, llamativos, piratas de historias de todo tipo de relatos, ¿cómo puede ser que a algunos chicos nos les gusten? ¿No será que no encontraron el libro indicado? Para cada chico, intuimos, debe haber un libro ideal, compañero fiel de aventuras listo para pasar al piso y leerlo con galletitas en la boca y un vaso de chocolatada.

 “A los chicos hay que estimularlos desde que bebés. Con cinco minutos todas las noches, no falla.” dice Raquel y nos recuerda: “Ese momento, en el que un adulto le lee a un chico, es un momento de encuentro entre ellos. El libro se convierte en el vehículo, el ancla, de ese encuentro. Ese instante de cierre del día, el chico puede construir el relato de lo que vivió y comunicarlo. A los ocho años no se construye un lector, sino desde el jardín de infantes. Ahí es cuando los chicos están más abiertos. Para mí, lo interesante es que en los libros, cuando los chicos son chicos, aparecen las primeras representaciones. El concepto de representación que aparece en la ilustración y después en la palabra es uno de los primeros conceptos humanos. Porque somos capaces de hacer representaciones, podemos hablar.”

Antes de salir de Pequeño editor, nos dedicamos a pispear entre sus estantes. Encontramos las traducciones recientes, hojeamos los libros recién salidos del horno y preguntamos por los que van a venir el año que viene.

Tenemos varios proyectos: uno de los principales es tener mayor llegada a la escuela. Estamos armando un proyecto por la vía digital. Así podemos mostrar los libros. Estamos desarrollando una colección para los chicos que empiezan a leer. Con textos que ayudan a la lectura, con muchas repeticiones, que favorezcan a que los chicos puedan reconocer las palabras. No estamos buscando autores, tanto como especificidad de los textos, que sean oportunos. Lo mismo con respecto a la ilustración.”, dice Raquel

 Ahora sí. Nos vamos chochos de esta editorial que conserva la imaginación, singularidad y amor por lo pequeño. Aunque, cada vez, se esté haciendo más grande.


Por Jimena Repetto

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