V, de Priscila Vallone


Vida chiquita que habitas el espacio, resplandéceme un fuego grande que me suavice el pálpito y que me humedezcas la mirada en un soplo de ternura Dame vida al cuerpo las vibraciones del amor. Vidita de colores diluvio de mis huesos siento que la tarde cae lento con tu ocaso, con tu piel bien amarilla cabecera de la fina línea que corta en dos el mundo dividido en cielo y tierra y tu destello profundo elevandosé lejos enterrando tu manito en la noche donde ya no puedo verte vidita, es que tanto sufro tu abandono en el instante exacto en que mi cuerpo se vuelve escombro sobre tu cuerpo escombro en cada imagen al rojo vivo Vida el tiempo no pasó; Es que vida chiquita no puedo explicarte cómo te siento habitar la ausencia en la privación del habla cuando necesito la sanación de tu voz mis dedos sobre tus labios rogándote un gesto pequeño que me indique el camino hasta la salvación; Vida limpiame el cuerpo de tanta guerra contra la desolación, de tanto golpe encadenado reiterandosé en el día a día cuando te recreo en la lejanía Vidita te pido señalame a razón de este desespero nuestro, del alivio de la locura del llanto o qué se yo pero vidita decime, decime
Cuál es la función del dolor.


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( Escucha al niñito que te habla dormido dale un amparo perpetuo en tu memoria, construye con tus lagrimas un lago para beberlo al filo de la noche, construye con tu dolor que ha sido desde entonces como una lengua arraigada a tu alma una cuna para recostar la imagen de su cuerpito mudo, para dar las últimas caricias a la piel helada al final del día, de cada día, cuando sientas a la muerte atardecer y descender sobre los huesos a la espera entre las risas que no están, dale un lugar entre tu piel para que encuentre que su cadáver permanezca cómodo, conserva en tu garganta la mas pálida angustia como una red de tristeza que lo contenga siempre, dale la ofrenda de tu cuerpo entero porque ya tu alma obsérvala como agoniza y se deteriora, clama en silencio ser arrancada vestigio por vestigio, ya nada le queda para dar a nadie doblégala en el llanto, y déjala que se consuma hasta que pueda dar un último aliento, y recaiga finalmente todo lamento de oscuro sufrimiento arrastrado consigo, en la lúgubre infancia destrozada y latente, aún tibia, entre las manos de tu Hermano. )
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