Parciales, conejos.







Se me aflojan las piernas, me aflojo toda, si me descuido me deslizo del asiento y quedo hecha una alfombra en el piso. Compruebo que ande mi lapicera, rayo el borde de la hoja. Por las dudas, tengo una de repuesto. Compruebo que ande el corrector. Odio que se llame así, me recuerda todo lo que puedo equivocarme. 

Pienso en todo lo que voy a dormir cuando termine de rendir. Pienso en todo lo que voy a nadar, en todo lo que voy a leer, en todas las pelis que voy a mirar, en todos mis amigos. Me prometo ver a mis amigos de la secundaria, de la primaria, los del taller de aikido, los que vivían cerca de la casa de mi prima, a todos, todos. Me prometo emborracharme con música al palo, decir estupideces, contar chistes malos, volver tambaleante y feliz, sentarme en una esquina. Me duele el estómago, me revienta. Tengo ganas de hacer pis y de tomar agua. Tengo ganas de irme a mi casa, de irme a Retiro y tomarme un micro a la costa, ver el mar. Abro el cuaderno por última vez, lo cierro.

Insulto, me insulto por someterme a ser evaluada, insulto a mi prima que me vino a visitar el fin de semana, insulto a la vida cotidiana que me hace perder el tiempo lavando la ropa, los platos, barriendo, bañándome. Me agarra un ataque contra las leyes contradictorias de esta sociedad ¿arreglarme el pelo y estudiar 18 horas, son compatibles? ¿Trabajar ocho horas y leer seis novelas, son compatibles?

Odio, odio mi perfeccionismo ¿me tiene que ir bien? Me gustaría hacerme hippie, ahora que el profesor entra al aula me gustaría decirle que no me interesa que él me evalúe, que nadie tiene el poder de evaluar a nadie, que me importa un bledo lo que diga la institución, las instituciones. Me hago rasta y me voy a tocar a una banda de Ska, que no me molesten porque lo hago, eh.

El parcial está sobre mi escritorio. Respiro, lo intento, trato de acordarme cómo se hacía eso de meter el aire adentro. ¿Cómo se hacía? El profesor me mira, nos mira a todos. No estoy sola. Es un padecimiento colectivo pero a mí no me entra el aire ¿Habrán quitado todo el oxígeno de esta habitación? Quiero chocolates, un abrazo, que me regalen un cachorro, ser libre y desenvuelta, gritar. Miro la hoja. Tengo que leer la consigna, voy a leer la consigna, voy a ser fuerte y enfrentarme con las preguntas tan ordenaditas en el papel. Quiero llorar, quiero que me devuelvan mis fines de semana, mis horas invertidas, mi alegría, mi aire todo entero.

Respiro. Juego con la punta de la lapicera. Anda. Dibujo un conejo en el borde de la hoja. Y otro conejo. Saltan, Les dibujo una zanahoria y los envidio por estar tan contentos en mi parcial. Todos escriben y mis conejos saltan. Me siento sola. Me recuerdo que yo me senté en esta silla, salí de mi casa, me inscribí en una carrera, terminé la secundaria, la primaria. Terminé el jardín. Ahí empezaron los problemas. Ahí se acabaron los conejos.

Miro la hoja. Trato de no pensar más en los conejos, ni en que me falta el aire. No entiendo de qué carajo habla la pregunta dos. Dibujo otro conejo, rengo.


Por Karenina Hernández

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