El Anatomista, de Luciano Casaux


Las llaves del cielo y del infierno
Por Perez Artaso Ariana.

El Anatomista, la novela, fue escrita por Federico Andahazi a fines de la década de los 90, escandalizando a un par de señoras que no encontraban en su obra literaria ninguna exaltación de los valores más altos del espíritu humano. De los más altos no, claro.

En dicha novela se cuenta la historia de Mateo Colón, un anatomista del Renacimiento que, enamorado fatalmente de una prematura prostituta, emprende la colosal búsqueda de las llaves que le abran su corazón. Pero en lugar de esto lo que descubre es la femínea América: espacio que lo arrastra y envuelve dentro del cielo y del infierno de una vez y para siempre.

El Anatomista, la obra de José María Muscari, se estrenó el pasado siete de abril en el pomposo y alejado Teatro Regina Tsu, en una adaptación realizada por Luciano Casaux, que tamiza la historia original con pinceladas personales que captan esencias pero no pretenden fidelidades.

Con música del premiado Gustavo Santaolalla, destacado vestuario de Renata Schussheim y recursos audiovisuales de Diego Casado Rubio, El Anatomista de Muscari reparte las cartas de un pasado Renacimiento en el que el clítoris se daba el lujo de ser un NN. Una tierra prometida a la espera de su tardío descubridor, que poco entendería de su contenido y particularidades. Hombre, Mateo Colón, que tuvo la audacia de darle un nombre a una de las tantas claves femeninas: el Amor Veneris.

El clítoris entonces: descubierto por un hombre en lugar de una pócima de amor y juzgado por otro en nombre de Dios. Pequeño secreto el Amor Veneris, escandaloso asunto político, causa de placer y sanación, de muerte y tragedia.

La obra trascurre de a retazos y encausada con las diversas voces de un mismo narrador. Como jugando a contar una historia, los personajes van indicando el momento en que desean detener su desarrollo, hacer una aclaración y cambiar de escena, empujándonos afuera y robándonos el compasivo “había una vez”. Sacudidas éstas que se hacen recurrentes y que van dejando de ser curiosidades escénicas.
No satisfechos con tanta crueldad, los actores cortan sin pedir permiso el ficcional relato con desgarradoras alusiones a sus vidas personales, que recuerdan fría y lejanamente a la bellísima Los Mansos o a la enternecedora Escoria, que jugaban a lo mismo, pero de una manera más dulce y suave. Tal vez todos estemos descubriendo las mejores formas en cada acto. Mientras, que el que mire pague su precio.

Destacables las actuaciones de los actores en escena, encargados de desplegar un texto cargado que se disfraza de comicidad e ironía para contar cosas terribles, que dolerían bajo otro código.

Dónde: Teatro Regina Tsu, Av.Santa Fe 1235.
Cuándo: Miércoles a sábados a las 21hs. Domingos a las 20hs.
Cuánto: Desde 70$.

Ficha técnico-artística

Actúan: Alejandro Awada, Antonio Grimau, Alejandra Rubio,
Walter Quiroz, Sofía Gala y Romina Ricci.
Vestuario y Arte: Renata Schussheim.
Escenografía: Marcelo Valiente.
Música: Gustavo Santaolalla.
Iluminación: Gonzalo Córdova.
Realización de video: Diego Casado Rubio.
Fotografía: Gianni Mestichelli.
Diseño gráfico: Edgardo Malan.
Asistente de dirección: Héctor Bordoni.
Dirección: José María Muscari.

Fuente/Fotos: Blog El Anatomista


Más obras dirigidas por Muscari:
Escoria -el lado B de la fama-, de José María Muscari.

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