LAS PASIONES: DE DESCARTES A SPINOZA
Por: Clarisa Anabel Pozzi
Durante largos períodos históricos, las pasiones fueron condenadas por dominar y distorsionar la “clara visión” del ser humano. Razón y Pasión eran términos dicotómicos; el “hombre de bien” debía estar libre de “los demonios de las pasiones” a través de la disciplina y el autocontrol.
Es en el Renacimiento cuando comienza a cuestionarse este pensamiento teológico-político medieval, al destacarse la distancia que había entre esos modelos ideales religiosos y la realidad.
La idea de que las pasiones son positivas las podemos ubicar en la modernidad. Se descubre lo inadecuado de entender a las pasiones como un simple enceguecimiento de la razón. Este pensamiento se lo debemos a Descartes y Spinoza.
Considero entonces necesario dejar en claro que si bien ambos filósofos analizan las pasiones desde una visión más “moderna”, Descartes intenta controlar las pasiones a través de una razón represiva mientras que Spinoza se ocupa del desarrollo de las pasiones como potencias productoras de actos.
En este sentido Spinoza reconoce que las pasiones son un fenómeno de la naturaleza, tanto en sus aspectos negativos como positivos. Pero ello no lo conduce a plantear cómo suprimirlas o dominarlas sino, por el contrario, cómo comprenderlas para tomar mayor conciencia de ellas y utilizarlas en el desarrollo de la potencia de ser.
Prima en Descartes la idea de un “dominio de las pasiones”, de moderar los impulsos más humanos, en Spinoza es el “deseo” el que motoriza el actuar, el que potencia.
En el filósofo materialista ya la pasión no es pecado ni vicio de una recta razón, las pasiones son constitutivas de la naturaleza humana y tan naturales como las acciones. Sólo en el reconocimiento de este carácter pasional en todo hombre es que se va a poder acceder al conocimiento.
Todos los cuerpos particulares se encuentran en interconexión, según Spinoza, cada cuerpo es una entidad casi autónoma, es un cuerpo animado por un “conatus” entendiendo por “conatus” ese “deseo”: “cada cosa en cuanto está a su alcance se esfuerza por permanecer en el ser”, es aquello que nos lleva a permanecer en la existencia, es decir, cada cosa en la medida en que dependa de sí misma quiere seguir siendo, en la medida que no haya circunstancias exteriores que le impidan ser, cada cosa persevera en su ser.
Pero este deseo puede tener aspectos distorsionados o destructivos, que nacen de las pasiones tristes que producen un pasaje a una menor perfección o, por el contrario, pueden permitir desarrollar la potencia por medio de las pasiones alegres que conducen a una mayor perfección.
Ese “deseo” puede ser bueno o malo según Descartes: “Es evidente que cuando procede de un verdadero conocimiento no puede ser malo, con tal de que no sea excesivo y de que este conocimiento lo regule”, para Spinoza ese deseo es esencia: “nosotros no apetecemos algo porque lo juzgamos bueno sino que juzgamos que algo es bueno porque lo deseamos”, acá hace primar su ética por encima de cualquier moral.
Según el filósofo de Amsterdam la filosofía anterior plantea un tipo de hombre que busca trastocar el orden de la naturaleza, en cambio él propone un tipo de ser que “sigue el orden natural, tiene una absoluta potencia sobre sus acciones y que sólo es determinado por sí mismo”.
El individuo que propone Spinoza no es sólo un “ser que piensa” es un individuo, cuya complejidad de cuerpo y alma forman un todo complejo articulado en interacción y dinámica permanente en su interior y en su relación con otros cuerpos.
La filosofía de Spinoza es una filosofía de la acción. La pasión es entendida como una deficiencia con relación a la acción y al conocimiento. La pasión, en tanto padecer, implica una barrera y una adecuación. Por ello, el esfuerzo ético consiste en transformar las pasiones tristes en pasiones alegres y éstas en acciones.
Spinoza propone la cautela de una razón apasionada, porque el hombre no es un “sujeto de orden” sino que prima la libertad por sobre el orden, por eso intenta resolver los problemas de la esperanza y el miedo que aparecen como afectos inestables e imprevisibles.
Si se está pendiente de la esperanza se teme que algo no se realice, si se tiene miedo, con el que se teme perder la existencia, se cae en la resignación o en la parálisis, si estos afectos dominan el cuerpo llevan al hombre a la pasividad.
Acá Spinoza discute con la religión y con el Estado que actúa como promesa de seguridad ya la vez de dominación política; la organización que propone Spinoza implica la superación del miedo y la esperanza como ideal ético.
Incrementar la potencia individual y colectiva a través de la orientación de las pasiones convierte a los hombres es más autónomos y libres. De esta manera, en la filosofía de Spinoza la condición política está también en la potencia de las multitudes que activa el derecho a la rebelión, tanto en el plano del sujeto, como en el colectivo.
Las ideas de Descartes se quedan en el pensamiento, las de Spinoza nos movilizan a actuar, no falta en él la reflexión, pero es una reflexión que inquieta. Pone al hombre en el lugar central y le da poder, ahuyentando todo tipo de temor que lo inmovilice, lo hace participativo; no es ya el ser solitario del cartesianismo sino el hombre que se completa junto a otro hombre, que necesita de la presencia de los demás para ser y que cuenta con sus pasiones para potenciarlas en su beneficio y poder así ser un hombre más pleno.
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