Susurro en las sombras (seleccionado convocatoria "Mentime que me gusta")

Por Alberto Sánchez Arguello

Miguel se arrecostó en su cuarto, estaba solo en casa y ya estaba atardeciendo, por la ventana se miraba la caída del sol y las sombras de los objetos se alargaban hacia la pared y parecían como si fueran las siluetas de personas que guardaban silencio ante el fin del día.



Cuando quiso prender la lámpara de su mesa de noche, se dio cuenta que no había electricidad, asi que se quedo ahí, absorto con el fin de la luz, sin animo de moverse demasiado, con la energía suficiente para no cerrar los ojos completamente y con la pereza necesaria para no querer ir por una vela, poco a poco se fue durmiendo, sin darse cuenta del manto de sombra que le fue envolviendo.



Finalmente abrió los ojos y fue como si no los hubiese abierto, la noche era tan cerrada que ni siquiera podía verse a si mismo. Su cuerpo le dolía todo, sentía los pies helados como, se preguntó si habría algún frente frio que no había anunciado la agencia del clima y sus pensamientos habrían seguido divagando sobre el cambio climático y la temperatura pero un susurro le heló la piel del cuello y escuchó su nombre como si fuera aspirado por un instrumento de viento…



-Miguelll….



Su mente quedó en blanco por algunos segundos y lo único que ocupaba todos sus sentidos era un terror tan intenso que le dolían los músculos de sus brazos y piernas, sabía que era ella, la mujer que había visto en varias ocasiones al atardecer, apenas presente, transparente en el patio de la casa, mirada triste, cabellos desordenados cubriendo parcialmente el rostro, caminando con lentitud, desapareciendo por la esquinas, a veces vista, a veces sentida, apenas con el rabillo del ojo, ella…



Sintió unas manos frías en sus pies y por más que le dijo a sus piernas que se movieran su cuerpo parecía estar lejos, muy lejos de él, tanto que las órdenes de su mente se perdían en medio de aquel espacio oscuro en el que se encontraba junto con ella…



De repente no sintió nada más y cuando creyó que volvía a estar solo sintió la voz pegada a su mejilla



-Miguel, decime que me amas…



El se sintió mareado, apenas consciente, más lejos aún de su cuerpo, casi sin aire, ella seguía repitiendo lo mismo y cada vez que susurraba el sentía menos y menos energía, hasta que él también susurro que la amaba y su boca se movía sin que el se lo pidiese…



Allá a lo lejos la luna empezó a asomar su rostro por la ventana y al iluminar el cuarto vio a Miguel en su cama, susurrando su mentira, sin alma ni energía…









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