Por Nico Pose
Esta obra escrita por Nikolai Gógol en 1836, aún mantiene una actualidad poco común si la comparamos con la mayoría de obras escritas antes del siglo XX. Es en este sentido un clásico, porque su vigencia, su modernidad, y su posibilidad de adaptación a diferentes contextos sociales e históricos hace que su tema la instale dentro de las obras verdaderamente clásicas, obras que retratan ¨grandes temas¨ como el amor, la tristeza, la muerte, la enfermedad, y todo lo que nunca cambia en el transcurso del tiempo. Las cosas que seguirán siendo eternas e inherentes al humano. En este caso, el gran tema no es otra cosa que la corrupción, un tema muy actual y característico de nuestra sociedad. La corrupción dentro de las esferas del poder. Es por eso, que esta obra se comprende todavía más siendo argentino. Ya que la obra es el retrato vivo de la corrupción estatal.
El alcalde de un pequeño pueblo recibe una carta donde se anuncia la llegada de un importante funcionario del gobierno. Luego de reunirse con las altas autoridades del pueblo, deciden prepararse para agasajarlo de la mejor manera posible, al mismo tiempo de tomar todos los recaudos necesarios para que el inspector no note la corrupción instalada en el pueblo. Así es como aparecen en escena las personas más representativas del pueblo, que son los que ocupan los cargos más importantes dentro del Estado. El alcalde es uno de los principales protagonistas junto al funcionario que llega de San Petersburgo. También participan el representante de los hacendados, la jueza principal, la directora escolar, el director del hospital, el jefe de correos; además de la mujer y la hija del alcalde y la criada de la casa. Cuando el inspector llega, es persuadido-sobretodo por el alcalde-con diferentes favores para que no revele nada de la situación del pueblo. Y es desde ese momento que comienzan los diferentes equívocos entre los funcionarios del pueblo. Desde el complot que traman contra el alcalde para tratar de salvarse a ellos mismos, hasta las traiciones entre ellos para terminar jugando al sálvese quien pueda para seguir manteniendo su cargo a toda costa. Finalmente, el inspector es sólo un funcionario menor, que al descubrir la confusión que existe en el pueblo con respecto a su persona termina aprovechando el lugar del verdadero funcionario que aún no ha llegado. Así es como gana muchísimo dinero a través de las coimas de los funcionarios y el alcalde, además de comprometerse con la hija de éste, para luego escapar con la fortuna en el momento justo antes de ser descubierto.
Un comentario aparte merecen las actuaciones de Ariel Levenberg en el papel del alcalde, y de Mariano Gladic, representando al supuesto inspector. Levenberg a través de su gestualidad, las variaciones en su voz, y con la actitud de chamuyero criollo, representa con altura a ese alcalde prepotente, a veces, y temeroso, cauto, calculador cuando debe hablar con el supuesto inspector. Levenberg logra un tipo que bien podría representar a cualquiera de nuestros políticos de turno sin distinción ideológica partidaria. El inspector en manos de Gladic no se aleja mucho de la elocuencia del alcalde, con la diferencia que no ostenta un cargo de poder, pero que al mismo tiempo simula a la perfección el cargo del cual carece. Es un chanta, un adulador profesional cuando debe serlo; firme, cuando la situación lo requiere, como cuando pide las coimas a los funcionarios. En un punto, ambos personajes se acercan, porque el poder de ambos está en el sabio manejo de las situaciones, para que éstas tomen el rumbo a su antojo, y de esta manera siempre salen bien parados. El alcalde, recibe el golpe de un joven de su misma estirpe, con el mismo nivel del caradurismo de los políticos. La única diferencia es que el joven inspector sabe lo que pasa, cuál es la situación, y el alcalde no, por lo tanto, el supuesto inspector abusa con maestría del desconocimiento del alcalde y del resto del pueblo sobre su verdadero cargo. Con respecto al resto del elenco, todos están al nivel de estas actuaciones, ocupando un lugar secundario en la trama. Pero es muy rescatable el personaje de Dobchisnky, que le provee a la obra, junto al otro hacendado, un títere que lleva en su mano, el grotesco gogoliano, siendo el personaje más carnavalesco y cómico, haciendo que la obra de a ratos tenga un tono netamente gogoliano.
Comedia de equívocos, sátira sobre el funcionamiento del estado, con el tono jocoso y la mirada irónica característica de Gogol, la obra no tiene ningún desperdicio. Con una excelente escenografía al nivel que requiere la obra, un elenco envidiable, y bajo la dirección de Héctor Bidonde, Inspector, es una obra que está realizada con tanta seriedad y calidad que es difícil encontrarle puntos débiles.
Autoría: Nikolai Gogol
Autoría: Nikolai Gogol
Actúan: Sofía Baratz, Mariana Chaves, Miguel Darri, Deborah Degelé,
Mariano Gladic, Ariel Levenberg, Andrés López Garraza, Julia Michelón,
Leon Perazzone, Luciana Ramos, Belén Rodríguez, Daniel Tonelli, Mina Zucci
Mariano Gladic, Ariel Levenberg, Andrés López Garraza, Julia Michelón,
Leon Perazzone, Luciana Ramos, Belén Rodríguez, Daniel Tonelli, Mina Zucci
Iluminación: Cecilia Castillo
Musicalización: Cecilia Castillo
Fotografía: Maureen Aranda
Asesoramiento musical: Andrés López Garraza
Asistencia general: Cecilia Castillo
Prensa: Leticia Hernando
Dirección: Héctor Bidonde
Nicolás Repeto 1556 Capital Federal
Teléfonos: 4584-8703
Entrada: $ 20,00
Sábado - 21:00 hs - Hasta el 25/07/20