ella sonríe
al filo de la noche.
Canta un canto indescifrable.
Canto que de niña, sirenas en el mar,
le silbaron al oído, conmovidas ante su inmutable rostro.
Enlutadas carrozas de antaño encendidas
se aproximan en constante procesión.
Todas ellas coronan la muerte de esa otra
que es yo.
Albertina arroja sobre mi
pura purpurina purpura.
Un día en la primaria a Florencia le mostraron varios dibujos y ella tenía que ponerles nombres de gente que conociera. Uno era un garabato y ella escribió Celeste, debajo. Identifico el dibujo con mi nombre.
Yo me enoje tanto. Ahora me alegro.