QUIENQUIERA QUE HUBIERA DORMIDO EN ESTA CAMA de MARTIN FLORES CARDENAS

La historia de un vendedor de objetos con alma y dos compradores de
sueños

por Vivian García Hermosi




El animismo no es sólo una práctica de los griegos antiguos. De hecho, cotidianamente, le adjudicamos a los objetos que nos rodean millones de características humanas. Cuando la computadora se tilda la maldecimos como si tuviera algo en contra de nosotros. Si una puerta nos agarra el dedo le cantamos las cuarenta a la puerta. Y así, podría darles millones de ejemplos ordinarios. De todo esto se acuerda el director de Quienquiera que hubiera dormido en esta cama: del animismo implícito de nuestra vida cotidiana. Del alma que le adjudicamos a los objetos que nos habitan al mismo tiempo que nos permiten habitar: la mesa, las sillas, los cigarrillos, nuestro televisor, y, sin lugar a dudas, también la cama, que por supuesto, nos damos cuenta desde el título mismo, se roba el protagónico en esta obra de teatro escrita sobre los textos de Raymond Carver.


La cama aparece en escena como objeto emblemático que nos remite al reposo, a la reproducción, pero también al amor. Pero no es cualquier cama. Es una cama usada. Y es por eso mismo que asistimos al evento de cuando una pareja, una pareja que tuvo otras parejas, busca muebles para su nueva vida con todas las dificultades que implica, emocional y económicamente, volver a empezar. Porque asistimos también a la inauguración de un discurso de reconstrucción: muebles usados para consolidar un compromiso que tratarán de hacer para siempre, aunque, hagamos la sana salvedad de que decir para siempre, en temas del amor, es siempre mucho tiempo.

Y entonces vemos cómo los enamorados indagan en la vida y la muerte de los que habitaron antes los objetos que ahora serán sus objetos. Muebles traicioneros que comienzan a tener otro valor a través de la historia que se teje entre un vendedor de objetos con alma y dos compradores de sueños.

Rescatar un objeto usado del olvido es volver a habitarlo, y volver a habitar es, después de todo, un acto de fé. Algo que nunca se debe subestimar. Un acto de fé tan parecido como el acto de volver a amar.



Sobre textos de: Raymond Carver

Dramaturgia: Martín Flores Cárdenas

Actuan: Osvaldo Djeredjian, Gabriela Licht, Germán Rodríguez

Diseño de vestuario: Merlina Molina Castaño

Diseño de escenografía: Carlos Di Pasquo

Diseño de luces: Marco Pastorino

Realización de vestuario: Merlina Molina Castaño

Fotografía: Maximiliano de la Puente, Francisco Ortiz Amaya

Asistencia de dirección: Merlina Molina Castaño

Prensa: Carolina Alfonso
Producción ejecutiva: Berta Silberman
Dirección: Martín Flores Cárdenas


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