Se suele decir que si un texto es bueno, gran parte de los problemas que puede llegar a tener una obra están resueltos. Si a esto le sumamos actuaciones a su altura y una puesta que hace que todo suene entonado como la guitarra hipnótica que se rasguea de fondo, estamos hablando de una gran obra.
“Luisa se estrella contra su casa” se vale de los grandes temas: la muerte o la soledad, para ser una obra en la que lo real y lo fantástico se cruzan todo el tiempo y en dónde la vigilia y el sueño dan el ritmo preciso que necesita para desarrollarse. Es mediante este procedimiento que lo fantástico aparece, y nos es perfectamente reconocible y verosímil. Y esto último es tal vez lo más importante en una obra melancólica que, lejos de acomodarse dentro de ese registro, nos sorprende con elementos que la intervienen y agrandan.
“Luisa se estrella contra su casa” puede leerse como un extenso monólogo atravesado por situaciones en las que la protagonista hace hablar a lo que normalmente no habla, y estos parlamentos la ayudan a construir lo que va siendo su discurso. Esto, al ser puesto en escena, se hace tan real como la frenada de un colectivo. Y es que ahí radica lo mejor de la obra, el manejo escénico e interpretativo que nos da la sensación de que todo lo que sucede es perfectamente posible, y no sólo eso, sino que también es un hecho.
La casa de Luisa se arma y desarma como su propia vida, según aparezca o no Pedro. Desde su muerte ha intentado ocupar su lugar con diversos elementos como ser una radio o un polvo limpiador, y no puede soportar la tristeza del vecino que toca la guitarra (porque eso sería asumirse triste y ella no quiere estarlo). Ella quiere estar acompañada por alguien o algo que no la haga sentir tristeza, por eso acude tanto al supermercado: lugar bien iluminado en donde alguien puede pasarse horas sin que nadie lo note y en donde todo está preparado para el confort consumista.
En un momento le preguntan a Luisa por su círculo íntimo. Si nos hicieran esa pregunta a nosotros tendríamos, básicamente, dos opciones: enumerar familia, amigos, compañeros de trabajo, de estudio, etc.; o bien atenernos filosóficamente al pie de la letra de eso que significa “círculo íntimo” y terminar respondiendo dos o tres nombres. Bueno, Luisa no puede elegir, ella contesta rápidamente y sin dudar, sencillamente porque no tiene mucho que pensar y le sobran los dedos de una mano para contarlos. Su universo es realmente chico.
Finalmente, el suspiro con que Luisa nos dice que todo terminó, nos hace entenderla profundamente y nos deja una pregunta: ¿por qué hay tanta gente sola?
“Luisa se estrella contra su casa” se vale de los grandes temas: la muerte o la soledad, para ser una obra en la que lo real y lo fantástico se cruzan todo el tiempo y en dónde la vigilia y el sueño dan el ritmo preciso que necesita para desarrollarse. Es mediante este procedimiento que lo fantástico aparece, y nos es perfectamente reconocible y verosímil. Y esto último es tal vez lo más importante en una obra melancólica que, lejos de acomodarse dentro de ese registro, nos sorprende con elementos que la intervienen y agrandan.
“Luisa se estrella contra su casa” puede leerse como un extenso monólogo atravesado por situaciones en las que la protagonista hace hablar a lo que normalmente no habla, y estos parlamentos la ayudan a construir lo que va siendo su discurso. Esto, al ser puesto en escena, se hace tan real como la frenada de un colectivo. Y es que ahí radica lo mejor de la obra, el manejo escénico e interpretativo que nos da la sensación de que todo lo que sucede es perfectamente posible, y no sólo eso, sino que también es un hecho.
La casa de Luisa se arma y desarma como su propia vida, según aparezca o no Pedro. Desde su muerte ha intentado ocupar su lugar con diversos elementos como ser una radio o un polvo limpiador, y no puede soportar la tristeza del vecino que toca la guitarra (porque eso sería asumirse triste y ella no quiere estarlo). Ella quiere estar acompañada por alguien o algo que no la haga sentir tristeza, por eso acude tanto al supermercado: lugar bien iluminado en donde alguien puede pasarse horas sin que nadie lo note y en donde todo está preparado para el confort consumista.
En un momento le preguntan a Luisa por su círculo íntimo. Si nos hicieran esa pregunta a nosotros tendríamos, básicamente, dos opciones: enumerar familia, amigos, compañeros de trabajo, de estudio, etc.; o bien atenernos filosóficamente al pie de la letra de eso que significa “círculo íntimo” y terminar respondiendo dos o tres nombres. Bueno, Luisa no puede elegir, ella contesta rápidamente y sin dudar, sencillamente porque no tiene mucho que pensar y le sobran los dedos de una mano para contarlos. Su universo es realmente chico.
Finalmente, el suspiro con que Luisa nos dice que todo terminó, nos hace entenderla profundamente y nos deja una pregunta: ¿por qué hay tanta gente sola?
Ficha Técnica:
Intérpretes: LUCIANA MASTROMAURO, MATÍAS VÉRTIZ, JUAN MANUEL WOLCOFF, GUIDO RONCONI
Colaboración en realización: ANDRES RASDOLSKY, ARIEL VACCARO
Colaboración en realización: ANDRES RASDOLSKY, ARIEL VACCARO
Diseño gráfico: GONZALO MARTINEZ
Fotos: NADIA MASTROMAURO
Música: GUIDO RONCONI
Música: GUIDO RONCONI
Espacio: ARIEL FARACE, CECILIA ZUVIALDE
Luces: MATÍAS SENDON, RICARDO SICA
Dramaturgia, dirección: ARIEL FARACE
Dramaturgia, dirección: ARIEL FARACE
Una producción del Festival Internacional de Buenos Aires y la Compañía Vilma Diamantecon el apoyo del Fondo Nacional de las Artes, Centro Cultural San Martín y cheLA
Sábados 21 horas Espacio Callejón, Humahuaca 3759, Abasto Reservas: 4862-1167