ALEJANDRO GIUFFRIDA

De repente
De repente
así como si nada
como cuando caen los duraznos
o como cuando se paran las agujas;
casi como que sin explicación,
como que Por qué tengo que pedir permiso para pisar acá,
para saltar en tu vereda
así,
de repente,
estoy jugando otra vez de este lado de la puerta
esperando que el canto ayude
o el destino se distraiga,
y así también
doy con que lo supe siempre
aunque las manos no lo oyeran
y los ojos hayan optado por cegarse ante los amarillos y rojos de esta,
nuestra realidad,
o peor aún,
hayan decidido trocar los verdes enteros por grises muertos,
con la mayor de las impunidades.
de repente
todo encaja al compás de tus pasos
todo vuelve a mostrar su rostro apacible y tierno
todo vuelve
hasta el silencio se hace hermano de la vida
y vuelve a la luna con la cabeza vencida;
y también yo vuelvo a sentir
a oler las nubes cuando la puna las sorprende
a perderme en las palabras que la calle me regala
a hundirme en las penas de las plazas
en los humores de los trenes
en los hoy igual que ayer de sus rutinas auténticas
a ser lluvia que enfría el asfalto
baña la tierra
y cae por las acequias.
De repente
el mundo gira
la noche guarda las estrellas en su cajita de hojalata,
mientras, impaciente,
el albor estornuda sobre los picos condenados a la nieve
y el viento atolondrado corre por los huecos del pinar.
de reprende
es el espejo reflejo quien me confiesa que,
en verdad,
nunca me fui,
sólo que dejé de existir apenas por unos años.
Misantropía

Siento las sienes,
su latido arrítmico.
siento correr la sangre por las venas
como un bálsamo resinoso
que se desliza por la fragosidad de un páramo verde como el moho
y desabrido hasta la aspereza.
me siento
me huelo
me lamo.
todo este yo
disociado en miles de millones de poros infinitos;
un hormiguero de sensaciones.

Pasan por sobre mi cuerpo
como si fuese durmiente
los días y más días.
Amuchados, encimados, rozándose caen
y se hacen masa gelatinosa.

Imbéciles;
ahí afuera,
silbando como huesos huecos,
empantanados en un barro cremoso.
enalteciendo antorchassuccionandorespirando sal
sudor.

Los miro.
y luego el derrumbe.
como estalactitas abandonadas al sol,
primero por la mejilla izquierda
(y soy un piélago soso y transparente)
y después por la derecha
(resignado al subir y caer de las olas,
olvidado y ensordecido).


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