SER ARTISTA

Por: Clarisa Anabel Pozzi

El artista es otro sin dejar de ser él mismo cuando crea, desdobla su yo, empequeñece su “súper yo” para dar más cabida a su “ello”. Frente al papel o frente al lienzo se sumerge en un mundo que él mismo dibuja desde su propio interior.
Es creador de universos, parte de la nada para llegar al ser; su obra de arte es la plasmación de sus ideas más profundas, de aquellas que posee en su espíritu y que se hacen manifiestas y de aquellas que, guiadas por la intuición, lo inundan.
El artista es por lo tanto un intuitivo, un captador de esencias, llega hasta lo más hondo de las cosas, le da nombre a aquello que no lo tiene; el poeta, por ejemplo, logra a través de sus palabras dar vida a sensaciones que no tienen entidad.
Carl Jung opina que “el poeta es en gran medida objetivo, impersonal, incluso inhumano o sobrehumano, pues como artista es su obra misma y no un ser humano, lo que en él tiene la voluntad última no es él, el hombre personal, sino la obra de arte”.
El genio se lía a la obra de arte, se hace uno; dice Nietzsche “el ser humano no es ya un artista, se ha convertido en una obra de arte: para suprema satisfacción deleitable de lo Uno primordial, la potencia artística de la naturaleza entera se revela aquí bajo los estremecimientos de la embriaguez”.
La obra se presenta como imagen y reflejo de sus inquietudes, de aquello que lo conmueve; el momento de crear se asemeja a un no tiempo donde colisiona su potencia creadora, inabarcable y desbordante con la realidad acotada que todo lo concentra.
En el mundo interior del genio se debaten un sinfín de intuiciones que ven la luz como señas de identidad de una vida que se hace presente y que perdurará, “el joven sonreirá en el lienzo mientras éste dure”, reflexiona Deleuze.
El artista del siglo XX intentaba a través de sus obras un choque con la realidad, Benjamin hablaba de “shock”, como ocurre con el movimiento Dadá y con el cine, la excitabilidad ante imágenes múltiples y en movimiento, Baudelaire lo define como “un caleidoscopio dotado de conciencia”.
Para Heidegger esa “lucha” se entabla dentro de la obra de arte “entre lo que se muestra y lo que se oculta, ente lo decible y lo indecible, entre lo inteligible y lo ininteligible”, la obra de arte es un combate entre el “mundo” y la “tierra”, explica Elena Oliveras “la tierra necesita del mundo si es que quiere aparecer, y el mundo necesita de la tierra, si es que quiere fundarse en algo decisivo”.
Kant teoriza: ”el genio, gracias a su imaginación creadora, produce la ‘idea estética’, representación que da mucho que pensar, sin que pueda serle adecuado ningún pensamiento determinado, es decir, ningún concepto, a la cual, en consecuencia, ningún lenguaje puede plenamente alcanzar ni hacer comprensible”.
“La actividad del genio responde, según Kant, a un don innato similar al que Aristóteles halló en el poeta”, dice Elena Oliveras; el filósofo alemán continúa “dado que el talento, como facultad productiva innata del artista, pertenece él mismo a la naturaleza, podría uno entonces expresarse también así: el genio es la innata disposición del ánimo, a través de la cual la naturaleza le da la regla del arte”.
Hegel ataca estas ideas del “genio”: “mucho debe él haber hecho y vivido”, dice el pensador, “una necedad el creer que el artista no tiene conciencia de lo que hace, es absurdo creer que a Homero se le ocurrieron los poemas durante el sueño, es igualmente necesaria la concentración de ánimo”.
“El genio para ser fecundo – explica Hegel – precisa de la formación por el pensamiento, de la reflexión sobre los modos de producción, así como de la práctica y la destreza en el producir. Asimismo se requiere talento o aptitud particular para algo”.
Con Adorno el artista es un revolucionario, el arte se convierte en una praxis social; “toda auténtica obra de arte – afirma el teórico – es una revolución en sí misma. Mientras que la sociedad penetra en el arte gracias a la identidad de sus fuerzas y de sus relaciones, para desaparecer dentro de él; éste, por su parte, aunque sea el más avanzado de la época, tiende a la socialización, a la integración social”, concluye.


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