EL ARTE DE VINCENT

Por: Clarisa Anabel Pozzi

“Soy una especie de creyente en mi falta de fe y, a pesar de que he cambiado, sigo siendo el mismo; mi preocupación no es otra que ésta: para qué podría servir; cómo podría ayudar y ser útil de alguna manera; cómo podría saber más y ahondar en este o aquel tema”, le dice Vincent a su hermano Theo en una carta.
“La obra de Van Gogh ‘ha hablado’ y al escucharla nos trasladamos a un lugar distinto del que ocupamos normalmente”, desarrolla Heidegger. La obra nos ha hecho saber qué es un par de zapatos, alcanza su desocultamiento.
El pintor reflexiona sobre el arte: “es el hombre agregado a la naturaleza, a la que él libera, como realidad, como verdad, pero también con una significación que el artista agrega al expresarla”.
“A través de estos zapatos – explica Heidegger – vemos pasar la vida de un ser humano: la campesina que trabaja y regresa cansada al hogar, el temor por no tener seguro el pan, la alegría por haber vencido la miseria, la angustia ante la muerte y la búsqueda de consuelo, que podría ser la misma búsqueda de Dios”.
“Separados de un sujeto portador, casi como si fueran un retrato, los zapatos ‘nos miran’ – puntualiza Jacques Derrida – además, no serían un par, sino que pertenecerían al mismo pie (izquierdo), esto lo convierte en algo sumamente intranquilizante, siniestro”.
Hay umheimlich, inquietud, en el sentido que dio Freud a situaciones donde lo cotidiano, cercano y aparentemente conocido, se vuelve extraño y sorprendente.
La obra permite ver cuál es la esencia de la obra de arte, “ella es apertura del ser del ente, desocultamiento del ente, aletheia. Define Heidegger: “Verdad significa esencia de lo verdadero. Pensamos la verdad recordando la palabra que usaban los griegos, Aletheia significa el desocultamiento del ente”.
Van Gogh expresa toda su pasión al pintar: “los verdaderos pintores –sentencia – no son los que pintan las cosas tales como son, analizándolas secamente, sino los que las pintan como las sienten”.
El color tiene vida por sí mismo; “en los colores hay cosas ocultas de armonía o de contraste, cosas que actúan por sí mismas y que no podríamos expresar por ningún otro medio”, aclara el artista.
La obra de arte se alza por encima de la realidad cotidiana pero a la vez es esa misma realidad representada, los zapatos recrean un mundo ordinario, el de los trabajadores, se entroniza su hacer cotidiano, se lo universaliza.
La voz del campesino es eco en la pintura, “me interesa expresar algo de la lucha por la vida”, manifiesta el pintor, así es como se deja ver sin verse la lucha por sobrevivir, la extensa jornada de trabajo, la desigualdad, el puño apretado, la necesidad de reivindicación.
El pincel corre en la tela como el lápiz en la escritura, el acto creador es uno mismo, “surgen las pinceladas una detrás de otra, y se continúan como las palabras en una conversación o en una carta”, dice Vincent.
El artista pinta la emoción, la agitación de un sentimiento ardiente, ese mismo sentimiento experimentaba por el mundo hacia finales del siglo XIX, “se siente por instinto – profetizaba Van Gogh – que todo se transforma enormemente y que todo se seguirá transformando: vivimos en el último cuarto de un siglo que volverá a terminar con una tremenda revolución”, era su deseo que las generaciones futuras pudieran respirar libremente, si bien el mundo no le dio la razón su obra fue respuesta liberadora para la opresión de los pueblos.


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