Vigilar, castigar, actuar

Por Belén Iannuzzi



Del río que todo lo arrastra se dice que es violento.

Pero nadie dice que son violentas las márgenes que lo contienen.

Bertold Brecht





Evangelina tiene un hijo de nueve años, está de novia con Gastón, que tiene otros dos hijos de una relación anterior. Se ven todos los martes y jueves a la tarde, frente a la plaza del Congreso, y vuelven juntos en el tren que sale de Constitución hasta Ezeiza. Ella quiere terminar la secundaria -sólo le queda un año- y estudiar Diseño de Indumentaria en algún instituto terciario. Dice que le gusta confeccionar ropa, coser, sentir el ruido de las máquinas. El estudia Braile, dice que es bueno en eso, que le gustaría transcribir al Braile algún libro completo, que practica con cartas de restaurantes y folletos que le da su profesora. Evangelina está detenida en la unidad número 31 y Gastón en la 19; los dos tienen salidas transitorias que dedican al estudio del teatro comunitario. Ellos, al igual que otras 28 personas más, forman parte de Presos del Teatro, el elenco conformado por detenidos de las unidades 3 y 19 de Ezeiza, 2 y 31 de Devoto y 18 de la ciudad de Buenos Aires. Presos del Teatro se desarrolla dentro del marco del grupo Salvatablas, creado hace más de dos años por la actriz y directora María José Trucco y el sociólogo Sebastián Carrera. Es un espacio por el que pasaron más de cien personas, que se desarrolla en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo.

Cuenta María José: “El grupo es para internos que tienen salidas transitorias, es decir, que están cerca de su libertad. Con lo cual, nosotros vivimos varias libertades. Muchos de los que van saliendo en libertad vuelven de paseo, pero no a formar parte estable del elenco. Tomamos historias de vida de los integrantes y las llevamos a escena”.

Salvatablas trabaja con el psicodrama y el teatro espontáneo, luego de un largo tiempo de experimentación teatral, y sienta sus bases en el teatro popular y comunitario. Hoy el encuentro lo coordina Omar, interno de la unidad 19. En la primera hora, se sientan en ronda, toman gaseosas con galletitas, escuchan música y charlan sobre diferentes temas. Evangelina cuenta que las dejan llevar aritos, anillos, pinturas, pero no remeras negras ni con capucha. Cosas de chicas. Sebastián les pregunta si están de acuerdo en que participe de los ensayos una persona a la que el juez sólo deja venir bajo tuición penitenciaria. El debate se abre y la cosa se pone tensa: que no porque “esa mina está sarpada de gorra”, que “somos todos presos; estamos en Salvatablas, no en el pabellón”, “no la juzguemos, ella no tiene la culpa de que la quieran mandar con el cobani “. El mate hace una ronda larga, ellos hablan con quienes están sentados al lado hasta que Benito, actor, poeta e integrante del equipo docente, aplaude y todos se cambian de lugar. Ahora toma la palabra Sebastián, que comienza a leer en voz alta un escrito judicial: “… por lo cual resuelvo otorgar una salida transitoria de 72 horas al interno -llamémoslo Juan-, al interno Juan para contraer matrimonio”. Todos aplauden y brindan con bebida cola para celebrar. Omar, el coordinador del día, continúa “Crónicas, crónicas” y Lili comienza a leer una, escrita en dos hojas de cuaderno escolar con birome azul. Las crónicas son cartas, pensamientos o ideas que escriben los internos en las cárceles y se las dan a otro compañero de elenco para que las lea en el ensayo. Si alguno quiere contestarle, continuar hablando sobre el tema propuesto o proponer otro nuevo, lo escribe y se lee en el próximo encuentro.

María José y Sebastián consideran que “no es casual que esté un poco de moda el tema de las cárceles en lugares masivos como la televisión, con algún reality u otro tipo de programa; hay distintos ‘productos’ y por eso distintas miradas sobre el fenómeno carcelario, sin duda hay una mirada televisiva del delincuente. Está en el candelero el tema de la seguridad y las cárceles son los lugares que alojan a quienes supuestamente ocasionan la inseguridad, que en verdad es originada por la violencia del sistema, por la desigualdad que propone este modo de vida, la no redistribución de la riqueza, el agotamiento de valores, la falta de trabajo, los pibes cartoneando; que un pibe de ocho años tenga que estar revolviendo la basura es violento, produce una degradación moral. Con educación y trabajo se puede volver al equilibrio dentro de la sociedad… los pibes en las villas muertos en vida, muertos por el paco, entonces decir después que las rejas y que Blumberg y que la mar en coche es una ridiculez. Es una pavada pensar la inseguridad en esos términos, cuando tenés un sistema que construye pobres y violencia”.

- ¿Consideran que la participación dentro de Salvatablas facilita la reinserción social de sus integrantes?

- Nosotros no pensamos en términos de reinserción en la sociedad porque consideramos que las cárceles son parte de la sociedad. Ellos están en un lugar que la sociedad los puso porque delinquieron o transgredieron alguna norma, de modo que no es que vuelven a la sociedad, sino que están en un lugar muy preciso dentro ella”, dice María José y continúa: “Nosotros pensamos en Salvatablas como un puente, hacemos teatro participativo, buscamos generar un espacio de encuentro y no abrir el telón, que los presos actúen como una atracción de circo y que la gente aplauda y se vaya con la conciencia limpia y la entrada paga. Las personas del elenco están empezando a volver a la calle y el grupo les sirve para el roce, para estar en contacto con otros mundos. Hacemos mucho hincapié en que somos un grupo y por eso les pedimos que estén dispuestos a formar parte de él, que ese grupo les pertenece. Por eso, si una persona quiere participar no le pedimos dotes actorales ni vocación de actor pero sí predisposición para integrarse al grupo y flexibilizarse en el respeto al otro. Tener en cuenta al otro es la premisa de Salvatablas”.

Salvatablas cuenta con otros dos elencos además de Presos del Teatro, con la particularidad de que estos se desarrollan dentro de cárceles, luego de haberse presentado a un concurso convocado por el Instituto Nacional del Teatro y el Ministerio de Justicia. Uno es de capoeira y se lleva a cabo en Devoto y el otro -llamado Ya me voy, ya me fui- se hace en el penal de Marcos Paz.

Corso a contramano

Todos los lunes a la tarde, internos de la unidad 19 de Ezeiza se reúnen en la Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio de Boedo. Ellos son los Atorazos de la Santa Cruz, un grupo de teatro coordinado por integrantes del colectivo teatral ActuarnosOtros y de la compañía de teatro comunitario y experimentación La Mueca. Son una comunidad de teatro foro, una rama dentro del denominado teatro del oprimido, creado por el brasileño Augusto Boal en la década del setenta, que toma elementos de la pedagogía del oprimido del también brasileño Paulo Freire. El teatro foro tiene su punto de partida en la participación de la gente, la idea es que no hay un espectador pasivo viendo una experiencia teatral, sino que luego se convertirá en actor de esa experiencia; plantea preguntas y las responde en acción, actuándolas. Dice Carolina Ramírez: “El teatro del oprimido apunta a mostrar situaciones de opresión que, si bien son de ficción, el público que las recibe conoce bien, desde hechos de violencia familiar hasta abuso y explotación laboral. La gente tiene que sentirse identificada con lo que está pasando para entrar en el foro, le ponen el cuerpo a lo que tienen ganas de decir. Así, dejan de ser espectadores de su propia historia para pasar a ser actores”.

Los Atorazos de la Santa Cruz tienen una hora del taller dedicado a la murga, en la que producen sus propias canciones y letras: “Somos los Atorazos de la Santa Cruz/ si hablamos de murguear/ mis piernas estallan/ no hace mucho tiempo/ que aprendimos a cantar/ y ahora sé que en cualquier momento/ vamos a explotar”, escribieron.

Cuenta Raúl Shalom, de La Mueca: “La sociedad ya los echó, ahora hay que trabajar para que la sociedad empiece a aceptar que vuelvan. Creemos que el arte es una herramienta de transformación social, por eso desde el teatro queremos recuperar la capacidad de juego y generar un espacio de libertad. Planteamos juegos que funcionan como disparadores y que nos permiten aflojarnos. Ahí empiezan a aparecer las problemáticas: el temor a la soledad, el temor a reincidir y la carga, el estigma de salir pero que sigan siendo considerados presos. Tomamos herramientas de la educación popular y trabajamos para que el conocimiento aparezca. Cuando alguien que está marginado descubre que tiene un conocimiento y desarrolla una capacidad a partir de él, empieza a ser una persona de vuelta, recupera su identidad. Nos interesa trabajar efectivamente sobre los valores”.

Ellos también siguen en contacto con los actores luego de que recuperan su libertad porque “inevitablemente quedamos ligados afectivamente”, dicen. Por eso saben que uno de ellos está trabajando en una cantina, otro volvió a la casa de su familia después de muchos años, aunque una gran cantidad manifiesta sus deseos de seguir en relación pero el grupo les remite, de alguna manera, al tiempo en el que estaban en el penal, por eso sienten la necesidad de cerrar esa etapa y dar las cartas de nuevo.

Testimonios

* “El taller de teatro mata porque te saca un poco de las rejas, viste. Estamos todos juntos, todos bien, jugamos. Hace dos meses y medio que estoy acá, desde que me vino la transitoria”.

* “Estoy aprendiendo a ser papá. A mi hijo más chico casi ni lo conozco, tiene doce; ni siquiera estuve en su primer día de jardín. Caí en cana cuando el pibe tenía dos meses. Cuando empezó a caminar tampoco estuve. Cuando dijo ‘papá’ por primera vez yo no estaba, estaba mi viejo. Me cuesta, pero de a poquito la voy llevando. Me encanta ser papá, a mi mujer le doy las gracias por los hijos que me dio. Quiero que mis hijos se enfoquen en el estudio”.

* “Quiero cambiar de vida, no le quiero fallarles de vuelta a mis hijos y no me quiero fallar más a mí. Estamos todos muy entusiasmados en volver a vivir juntos. No quiero que mi vieja sufra más porque su hijo está preso. Es una decisión que tomé, hasta acá llegué, basta. Con lo que hice las cosas no me fueron bien, es evidente. Muchos dicen que el laburante es un gil. Gil sos vos que estás en cana. El gil laburante disfruta todos los días de su familia, su trabajo, su casa, está en libertad. Está bien, no le alcanza la plata, vive como puede, pero vive. Yo no vivo, estoy muerto en vida, porque estoy encerrado en un penal. Ahí adentro es un cementerio, estás enterrado vivo. Cuando salga, voy a laburar en el almacén de mi vieja”.

Horacio tiene 35 años y 2 hijos. Es tapicero, sabe algo de sastrería y le gusta cocinar. Participa del taller en la Iglesia de la Santa Cruz. Está en la unidad 19 de Ezeiza. En siete meses sale en libertad.

* “Oprimidos y opresores somos todos. En algunas situaciones jugamos un rol y en otras, otro. El teatro es una analogía del afuera: qué me va a pasar cuando vaya a pedir trabajo, qué me va a decir mi jefe”.

Mirella Galbiatti, integrante de ActuarnosOtros.


* “Al principio no me gustaba el taller, salía porque era una salida más, después me enganché. Ahora, cuando salga, mi prioridad es conseguir un trabajo. Tengo la posibilidad, mi familia siempre estuvo y está, así que lo voy a aprovechar a full. Sé que va a ser difícil, pero en algún lado voy a tener suerte”.

Lucas tiene una hija de seis meses, Milagros. Está en la unidad 19 de Ezeiza. En un mes sale en libertad.

* “Me enteré del taller de teatro por un amigo de la unidad que venía desde enero. Hice el escrito al juez para que me autorice y por suerte me autorizó. Lo mejor es hacerlo de puño y letra (…) El teatro, este lugar, te ayuda pero sólo si vos querés”.
Claudio tiene 28 años. En 96 días sale en libertad.



Cómo se articulan los talleres

* Para tener salidas transitorias, cualquier preso federal debe haber cumplido el 50 por ciento de su condena. Además, tiene que tener buena conducta y buen concepto.

* Las salidas transitorias pueden ser para trabajar, para ver a sus familias o para estudiar. Dentro este último punto están comprendidos los talleres de teatro.

* De todos los presos federales que pueden pedir la salida transitoria, el 5 por ciento la tiene en forma efectiva.

* Si se cumplen estos requisitos, los internos presentan ante el juez de ejecución un escrito solicitando la salida para participar en los talleres de teatro. Los jueces federales de ejecución son tres.

* Las cárceles argentinas alojan en su totalidad a 60.000 internos.

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