PROYECTO 3. CONVERGENCIA TEATRAL de Marcelo Mangone y Ariel Barchilón

-Teatro-


Proyecto 3. Convergencia Teatral

Una propuesta de Marcelo Mangone y Ariel Barchilón, cuyo principal objetivo es promover los trabajos de nuevos dramaturgos y directores.

Por Eugenia Rombolá



El proyecto está conformado por ocho obras que se presentan divididas en dos días, viernes y sábados. En esta ocasión contaré mis impresiones sobre las cuatro obras de los sábados. Las obras de los viernes quedarán para la próxima entrega.

De tanto dolor no siento nada ocurre en un vestuario, durante el intervalo de una competencia de natación. A los tres personajes los une una relación compleja y triste. El tema es interesante, pero las revelaciones se dan de manera muy abrupta sobre el comienzo, lo que hace que la obra se desarrolle en decrescendo con respecto a la tensión inicial.

Lista para el eclipse tiene una estructura clásica, tanto en la construcción de la historia como en las actuaciones y la escenografía. Galván espera a su novia Carina en la plaza del pueblo para ver juntos el eclipse que ocurrirá esa noche. Pero el eclipse no será sólo un lindo espectáculo, sino que una leyenda amenaza cumplirse a causa de él. Las divergencias políticas de la pareja y los enredos que ocasionará Salvadora, la heroína de mármol del pueblo, serán el eje sobre el cual se desarrolle la obra.

Snorkel es una propuesta que me interesó especialmente. Dos hermanos interactúan en un espacio totalmente despojado. La escenografía consiste sólo en las tres cortinas negras que delimitan el lugar, el cual entendemos como la casa que probablemente habitaron los hermanos durante toda su vida. La puerta por la que en ocasiones sale Jota, es simplemente la cortina posterior, y el sótano, húmedo y aterrador, con el que Greta amenaza a su hermano, son los pliegues de la cortina derecha. Todo es sórdido e íntimo. Greta y Jota tienen una relación basada en la crueldad. Juegan al verdugo y la víctima, al protector y el protegido, pero, como en los juegos de infancia, las reglas cambian caprichosamente, claro que el final siempre es el mismo: la culpa que los retiene y obliga a permanecer juntos.

Los espectadores nos sentimos un poco voyeur, nada de lo que sucede allí sería posible con la presencia de otro. Si eso ocurriera –de hecho, Jota ansía inútilmente la llegada de una persona que prometió ir para Navidad- todo se derrumbaría: la relación de Greta y Jota no se sostiene si alguien conoce su juego, a no ser que ese alguien sea la madre de ellos, la que probablemente les enseñó las reglas, pero ella ya no está.

Es así como surge un efecto bien logrado. La desesperación se traslada a quien mira, no tanto por la conjugación de la crueldad y la culpa, sino porque desde esa lejanía que la historia le impone al espectador, éste termina ocupando un lugar privilegiado desde donde ver la imposibilidad de una salida a la que están condenados ese tipo de amores, los que no tienen límites.

La isla prometida cuenta en tono de comedia las desgracias de un matrimonio y una amiga sexy que están en un bote perdidos en el Delta. Fabián, que desde que se hizo miembro de una secta se cambió el nombre por el de Noé, busca una isla, en la cual se construirá una sociedad más perfecta, luego del fin eminente de la civilización pronosticado por la secta. Vera, la amiga del matrimonio, que subió a ese bote desconociendo las verdaderas intenciones de Fabián, es el punto de tensión entre el matrimonio, ya que, a medida que pasa el tiempo, Fabián disimula cada vez menos sus ganas de acostarse con ella. La temática me hizo recordar tópicos utilizados por Houellebecq (sectas, sexo, Apocalipsis), con la diferencia de que en esta propuesta no se busca una reflexión provocadora, como sí lo hace el escritor francés, sino que su interés está enfocado en contar una historia que va de lo absurdo a lo decadente, y en ese vaivén logra arrancar varias risas.


Teatro del Artefacto

Sarandí 760



viernes 23 hs. y sábados 20 hs


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