Por Susana Miranda
Sabemos que el espectador es un ser muy laborioso. Sentado en su silla/butaca y quieto, en el sector oscuro de la sala, percibe una cantidad considerable de signos con los que realiza un arduo trabajo de percepción, registro, vinculación de datos, y, el más apasionante de todos, interpretación o dotación de sentido a todo ese conjunto. Sí, todo eso, a la vez.
Quien se dispone a ver El agua en el fuentón comprueba que la acción ya ha comenzado mientras el público se está acomodando. En el espacio escénico, Elsa está bebiendo su té, y, tranquilamente, espera a que estemos listos para comenzar el recorrido. Y arrancamos, con una señora cincuentona, en una ambientación cotidiana. Hasta aquí, la propuesta podría resultar plácida, pero algo shockea de entrada al espectador: una jaula en la que una joven apenas puede moverse y cuya identidad, no explicitada, se abre a múltiples interpretaciones.
No resultaría extraño que una señora solitaria tuviera una mascota como compañía. Y, entonces, se podría hablar de esos verdaderos jirones de vida a los que encerramos con el afán de cuidar y alimentar, asumiéndolos como propiedad privada. Pero el desarrollo de la acción nos orienta hacia otras lecturas posibles, y a lo largo de la obra puede verse cómo la confrontación de estos dos personajes construye el eje dramático que la atraviesa. Elsa y la joven operan como una unidad. Funcionan juntas a modo de partes de un todo; a veces, homologadas por acciones similares realizadas al unísono; en alguna ocasión, compartiendo la jaula con tierno entendimiento; y, la mayor parte del tiempo, complementándose con expresiones que se corresponden entre sí. Mientras una puede hacerlo con palabras y desplazamientos, la otra, desde su encierro es el motivo que hace actuar a la primera, que se afana por mantenerla alimentada…y encerrada. Bien encerrada. Y este control, ejercido a toda costa, podría ser el punto disparador de toda elucubración semántica sobre el personaje de la joven. Lo cierto es que ambas están allí, frente al espectador. Perceptibles por igual para el público, esto no resulta así para los otros personajes: Nil, su hija, apenas logra por un instante, contactarse con ”eso” que su madre tiene encerrado; y el plomero no acusa recibo de esa presencia.
La estructura de la obra encadena los distintos episodios que configuran un recorrido casi circular. La ambientación es discreta, no recargada y cada elemento presente en la escena estará justificado por la acción. Lo mismo ocurre con las luces, los sonidos y el vestuario que contribuyen, en conjunto, a la construcción de interpretaciones posibles.
Múltiples hipótesis pueden tejerse sobre estos personajes y sobre el agua en el fuentón que da nombre a la obra. Ésa es nuestra parte del ritual.
Dirección: Flora Ferrari/ Lucia Pratolongo
Dramaturgia: Lucia Pratolongo
Elenco: Flora Ferrari, Mausi Gero, Matías Panelo, Lucia Pratolongo, Keila Reynoso
Asistencia de dirección: Keila Reynoso
Diseño de luces y operación: Ignacio Spagiari
Operación de Sonido: Leo Marcet
Diseño y elaboración de Banda sonora: Luís M. Boeykens/ Darío Zarember
Escenografia: Luís Boeykens/ Lucia Pratolongo
Vestuario: Grupo La pluma
Dibujo: Marcelo Cardillo
Diseño grafico: Soledad Pratolongo
Fotografía: Alejandra Reynoso
Prensa y difusión: Tehagolaprensa
Funciones: Sábados 19:30hs
Teatro Anfitrión: Venezuela 3340 - TEL: 4931-2124
Localidades $15 (Desc est. y jubilados)
elfuenton@gmail.com