DERRAPADOS de Silvia Copello

-Teatro-

Por Nicolás Pose

Mientras el público se acomoda en la sala, se ve a Gaby cosiendo a uno de sus muñecos en un cuadro de mucha belleza pictórica. En el espacio escénico, adelante, hay un muñeco grande sobre una silla; en la otra punta, una canasta con pequeños muñecos, y al fondo está Gaby. Ya desde el comienzo se percibe la excelente puesta en escena que transmite cierto aire onírico sin que el espectador conozca la historia.
Gaby y Tomás son una pareja tan rutinaria como aburrida, donde determinados gestos mínimos rompen de vez en cuando la monotonía que han construido. En esa monotonía, expresada en la obra a través de innumerables silencios, se mueven los dos protagonistas que a veces no saben qué decirse. Tomás intenta comprender a Gaby, pero nunca puede ingresar en ese universo cerrado donde está ella junto a sus muñecos. Incluso hablan idiomas distintos, porque Tomás trata de hacer ingresar a Gaby en el mundo real: desde los problemas de trabajo hasta una pizza que compra especialmente para festejar su aniversario de casados como si fuera algo excepcional. Sin embargo, ya es demasiado tarde, porque Gaby está encerrada en un universo del cual no puede salir. Ni siquiera un teléfono que suena rompiendo la monotonía y el silencio logra abrir una salida, una puerta hacia el exterior.
En el espacio escénico, la repetición, la monotonía, los silencios, son la clave de la obra. Porque siempre se repite la misma escena pero con diferentes parlamentos delirantes que mantienen ambos protagonistas. Si bien lo más delirante está en los monólogos de Gaby, la actitud de su marido es más delirante al querer comprenderla sin querer admitir que ella está loca. Tomás soporta todo lo que hace Gaby: desde sus palabras y su comportamiento desconcertante hasta la infidelidad con un muñeco. Como buen marido, Tomás aguanta todo, y poco a poco va enloqueciendo al no ver modificaciones en la actitud de su mujer. Finalmente, Tomás termina siendo un muñeco más de todos los que acumula Gaby a lo largo de la obra.
Más allá de que los parlamentos son delirantes, pasando por momentos cómicos, juega un papel decisivo la música de Rony Keselman, ya que dota a la obra de clímax en los momentos de mayor tensión. Son esas vocecitas de niñas que se oyen lo que a veces canta Gaby a modo de leit motiv, haciendo la atmósfera más asfixiante en el momento en que la locura ya ha ocupado todo el centro de la obra.
Bajo la dirección de Silvia Copello, y con excelentes actuaciones centradas sobretodo en la gestualidad, en las miradas, y en los silencios, más que en los parlamentos, la obra logra transmitir una monotonía inquietante al espectador.


Derrapados
Intérpretes: Marta Igarza y Santiago Ojea
Fotografía: Lía Caro
Diseño de luces y operación: Oscar Canterucci
Música original: Rony Keselman
Realización de muñecos: Silvia Copello
Dirección y texto: Silvia Copello
En Teatro del pasillo, Columbres 35. Funciones: Viernes 21hs (Reservas 4981-5167) Duración: 50 minutos.

Dirección:

jimenarepetto@gmail.com

Ariana Pérez Artaso
capullodealeli@gmail.com

Equipo de redacción:
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