SIN TON NI SON

Sin tu amor no viviré

Sobre la música de la película La mejor de mis bodas de Frank Coracci.

Por Federico Karstulovich

Aunque se haya convertido en un payaso, con sus dos últimas películas-Golpe bajo y Click-, Adam Sandler logró ser alguna vez dulce&melancólico al mismo tiempo con un puñado de películas entrañables. Su última aparición destacada -vaya coincidencia- también contó con la presencia de Drew Barrymore, por lo que podemos sospechar un agenciamiento de potencias inusitadas a la hora de mezclar amor con canciones populares.
Habrá que pedirle a la memoria un proustiano esfuerzo para retrotraerse al estreno, allá por 1999 de La mejor de mis bodas, una comedia romántica relegada al olvido, que es preciso salvar. Los adictos de las películas de cable a medianoche lo saben, hay rescates que acarician como frazadas, que nos tapan y nos permiten acurrucarnos entre sus pliegues cuando estamos tristes o mareados de tanta inconducta cotidiana, de tanta desmemoria emocional.
En las películas de Adam Sandler la música popular de los 80’s, el pop de Madonna y The Cure, está lejos de comportarse como un dislate nostálgico. Cada tema suena como debe sonar toda canción pop: no como una declaración de amor o confesión de pérdida, sino como una lengua alguna vez perdida, hoy recuperada. Sandler, como compositor y letrista, hace dos cosas interesantísimas con las canciones de la película: invierte o desplaza su uso ordinario (la abulia del tema de amor standar) para dotarlo de nuevos significados. Inventa baladas a años luz de cualquier amorismo banal justamente porque hablan del proceso más difícil: crecer juntos. Adam, como ente actor-productor-autor (no dirige pero casi...), trabaja sus canciones con una figura retórica muy útil: el oxímoron. Baladas tontas de melodía pegajosa cantadas con odio y resentimiento. A su vez, compone canciones románticas plagadas de comentarios escatológicos sobre la vida en pareja, lo anti-amoroso. Ni hablar cuando versiona “Holliday” de Madonna en franca clave de melodrama de Cecil B. DeMille.
En La mejor de mis bodas (traducción opiácea del original The wedding singer) además, somos testigos de una curva dramática que comienza bien abajo, ahí donde se junta la mugre en la suela y se eleva tan alto que el clímax de la película se da en un avión con la canción-peluche “I wanna grow old with you”, un producto sandleriano 100% donde la frase final de la canción es “Si hasta te dejaría manejar el control remoto”. El despecho como maremagnum sensacional (por las sensaciones encontradas) encuentra en la película de Adam Sandler, una salida estrepitosa y lucida: el abandono experimentado con humor e ironía.

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