Como no hay otro igual
Entrevista a Ginafranco Quattrini, director de Chicha tu madre.
Por: Jimena Repetto
Un pasaporte -sobrio documento- portado por Gianfranco Quattrini, se transforma en un registro plagado de sellos que, como huellas húmedas, dan cuenta de los rumbos de un hombre itinerante.
La identidad del joven director de Chicha tu madre, indisociable de los avatares de su historia, se conforma de una trayectoria de entradas y salidas, de residencias y trayectos que lo llevaron, por esas cosas de la vida, a nacer en Lima, haber vivido su infancia en Chicago para desembarcar en su adolescencia en Buenos Aires. Tiene familia en Suiza que habla italiano y familia peruana que reside en la Argentina. Quattrini, podemos suponer, tiene paradójicamente la proximidad cultural de un residente, con la mirada desconcertada de un turista. Sabemos que cada director busca instaurar un punto de vista en el amplio mundo cinematográfico. Es interesante entonces preguntarnos cuál es el vértice, sitio desde el cual Gianfranco despliega el ángulo de su mirada.
¿Qué elementos de tantas peripecias se han traspasado a su ópera prima? Chicha tu madre tiene un argumento simple y universal: un hombre -Julio César-, luego de enterarse de que su hija de 16 años -Yoselin- está embarazada, decide cambiar su vida. Sin embargo, el “Cómo, cuándo y dónde” le confiere a esta película su singularidad. Al sentarnos frente a Chicha, lo que resuena con cierta alarma es que, siendo una película peruana, la cultura que representa se nos aparece como por primera vez, mucho más acostumbrados nos tiene el cine a la representación de las calles de Nueva York que a las de Lima. Somos turistas cinematográficos en nuestro propio continente. Como aquellos nombres de telenovelas que asociamos a un lugar exótico, Chicha tu madre porta una identidad que nos anuncia un mundo que miramos extrañados. Es un placer descubrirlo.
Nos encontramos con Gianfranco Quattrini para desembrollar los vericuetos de la trama y los procesos de filmación. Lea atento al director de Chicha… que bien puede darnos una lección para replantearnos cuánto desconocemos de una cultura vecina, de esas que dan ganas de charlar balcón a balcón.
JR: ¿Por dónde buscás tus historias? ¿Qué te tienta contar?
GQ: Me topo con ellas en cualquier momento. Soy bastante disperso, todo me tienta un poco y supongo que eso me hace tender temáticamente hacia el eclecticismo. Metódicamente confío mucho en mi intuición y me permito desviarme hacia otros terrenos. Ahora, en el terreno específico cinematográfico, me interesa el humor y el drama, especialmente si van juntos, pero la verdad es que me gustaría experimentar en un género como el policial o el thriller, para estructurarme un poco.
JR: ¿Cómo gestaste la historia de la película? ¿Cómo fue mutando la idea inicial?
GQ: La gestación del personaje y la película se inició en mis recorridos azarosos por Lima durante la segunda mitad del año 2002. Yo había regresado a la ciudad donde había nacido y estaba descubriéndola por primera vez. Había sentido la necesidad de hacer una película allí y estaba perfilando el personaje, sus actitudes y comportamientos, básicamente sus contradicciones. Y de pronto la aparición destinada de un Julio César verdadero: un auténtico lector de Tarot que se presentó como actor para un casting, y, cuando vino a la prueba de vestuario, me ofreció leerme las cartas. Allí comprendí que la película que tenía en mente debía ser un viaje a través de Lima, siguiendo a un lector de Tarot cuya espiritualidad esotérica le sirva como guía errática en un mundo práctico y urgente, y cuya vida se transforma sin que él lo pueda predecir. Mi punto de partida inconsciente fue esa confrontación de lo espiritual con la vida cotidiana. Pero recién durante el montaje profundicé más en la sabiduría del Tarot. Antes estaba pendiente de crear una experiencia sensorial, al vaivén de una forma de vida focalizada en el corto plazo. Luego el Tarot se convirtió en el narrador.
JR: ¿Cómo fue el proceso de escritura y desarrollo del guión con Cristopher Vásquez?
GQ: El proceso de escritura con Christopher se desarrolló a partir del crecimiento de nuestra amistad. Compartíamos una mirada sobre la vida, y así fue que pudimos sintonizar. Lo escribimos por etapas, en Lima y en Buenos Aires. El hecho de que Chris haya vivido toda su vida en Lima fue muy importante.
Así como no hay historias sin personajes, tampoco las habría sin alguien que las supiera narrar. Quattrini, como narrador, puede contrastar los supuestos, interrogar las costumbres y explayarse en las historias con la avidez del pescador que lanza la caña en un mar sin divisiones de aguas. Es por eso, tal vez, que no dudó en filmar su película en Lima, con claras referencias de la trama a Buenos Aires y con un equipo y actores peruanos y argentinos.
JR: Sabemos las dificultades de filmar en Latinoamérica ¿Cuáles son las presiones con las que tuviste que lidiar para hacer la película?
GQ: El presupuesto era limitado y la única manera de hacer la película era dirigirla con un ojo puesto en la producción. Filmamos con casi 70 actores en mas de 60 locaciones, una de ellas un estadio de fútbol con miles de extras. El plan de 36 días de rodaje era muy complejo, y empezamos a filmar sin tener demasiadas locaciones definidas, con lo cual muchos lugares los descubrimos andando. No había otra forma de producir la película y mi aprendizaje como director era decidir qué era lo importante y estar abierto a reelaborar el guión mientras avanzábamos, por suerte estaba con Christopher al lado para ir revisando eso juntos. De alguna manera la película lo requería ya que ese era el espíritu del protagonista, un hombre la deriva que hace lo que sea para salir adelante. Fue una experiencia de rodaje muy visceral, éramos un grupo de amigos peruanos y argentinos en un rodaje guerrillero muy ambicioso y muy azaroso
JR: ¿Cómo influyó el azar en tu vida?
GQ: Con mucha sincronicidad.
JR: La película fue estrenada en diferentes países y festivales. Tuvo desde un público masivo en sala hasta un público más "exigente" como el de los festivales. ¿Cuáles son las diferencias que notás en la recepción de la película en los diferentes ámbitos y países? ¿Cómo viste vos la película?
GQ: Yo creo que la película se vio muy diferente fuera y adentro del Perú. En Perú había mucho interés en el segmento popular, y la presencia que tuvo la película en los medios populares creó muchos preconceptos. Y luego salió y tomó a los espectadores por sorpresa, porque pese a ser una historia sencilla, reclamaba cierta participación y análisis. Es una película con final abierto y muchos esperaban una resolución más concreta. Mi intención era abrir un diálogo con esta película, plantear un cuestionamiento sobre cómo uno mira a su propia sociedad. Y en cierta medida no todos están mentalizados para encarar eso. Yo estuve en la salida de los cines limeños entrevistando las personas que salían de ver la película y fue fascinante ver cómo algunos realmente habían ido buscando un entretenimiento ligero y salieron decepcionados, mientras que otros habían sintonizado con el personaje de Julio César y se sentían identificados profundamente. El tema es que pese a pasarle miles de cosas al personaje, yo lo veo como una película más bien contemplativa, con muchas elipsis y mucho fuera de campo, tal vez demasiado. Con lo cual no es realmente una película popular en el sentido más llano, aunque me hubiera gustado que así lo fuera. Hubiera hecho falta un poco más de giros dramáticos para lograr eso, pero pensándolo bien ese personaje vive una gran transformación sin dramas. Y tal vez allí esté la sinceridad de la película.
JR: ¿Cómo ingresa Chicha tu madre al cine latinoamericano actual? ¿Qué similitudes y diferencias encontrás entre esta película y las últimas producciones argentinas y peruanas?
GQ: Yo personalmente siempre sentí con este proyecto una necesidad visceral de llevarlo adelante, y se que para ciertos limeños era atrevido de mi parte hacer esta película. La realidad del personaje abarca en primera instancia sus relaciones intimas y familiares, antes que las sociales y esas son universales. Claro que estábamos muy conscientes de ser auténticos, en ese sentido el aporte del equipo en pleno fue esencial. Pienso que mi mirada no podía dejar de ser extranjera y eso puede ser que despoje a la película de ciertos lugares comunes o que permita que pose la cámara sobre espacios que desde adentro tal vez uno no se detiene a mirar. Pienso en lo colorida que es la ciudad de Lima, pese a tener el estigma de ser una ciudad tan gris.
JR: Siendo tan difícil entrar en el circuito de distribución internacional, ¿en qué medida influyen los festivales en la recepción y difusión de una película? ¿Cómo considerás que se "juzga" el éxito de una película latinoamericana: por el público en sala, por los reconocimientos obtenidos, por la cantidad de países donde se logra estrenar?
GQ: Es una pregunta para detenerse varias horas. El problema de la distribución es el problema de todos los cineastas independientes. Yo no creo que una película lleve más gente por un premio y está claro que una película no es mejor por la cantidad de gente que la vio. Son parámetros que utilizan los que rigen el mercado. Lo ideal sería poder recuperar la inversión y tenemos que aprender a llevar el público a ver nuestras películas. Hay que ser creativos en esto, no sólo en hacer la película. Tengo entendido que solo un 10% de las películas que se hacen en el mundo no pierden plata... De todas maneras la relevancia de una película se evidencia con el paso del tiempo, yo juzgaría el éxito de una película 10 o 15 años después de que salió.
JR: En una entrevista dijiste que querías mostrar la posibilidad de romper el estancamiento y la repetición en América latina. Por otra parte, en la película se muestra una migración interna (Julio César viaja a Argentina). El cine, ha contado más de una vez las odiseas de quienes quieren viajar a Europa o a Estados Unidos. En este sentido en Chicha tu madre se evidencia una ruptura ya que la "sanación" es interna. ¿Puede pensarse esto como la necesidad de una unión y aceptación de la identidad latina?
GQ: Mi objetivo principal al hacer esta película era tender un puente entre Perú y Argentina, Y reconozco que mi historia personal me impulsó a hacer esto, con cierto proceso de elaboración interna y vida encima, incluyendo el nacimiento de mi hijo. Pero hace años que pienso que el diálogo intra-latinoamericano es algo muy pendiente y en mayor medida en Argentina que en países vecinos. Lo cierto es que muchos argentinos han sido sanados en Perú y lo mismo al revés y con otros países de Latinoamérica. Pero como sociedad veo que aún debemos conocernos más y sincerar que los latinoamericanos estamos en el mismo barco, que se hunde por los mismo huecos o que flota con la misma madera. Lo pienso como algo que se va a dar forzosamente, y es bueno ir dando los pasos en ese sentido, más allá del turismo mochilero y el Mercosur.
JR: Siendo tu ópera prima, ¿qué marca singular te gustaría que quedara asociada a la misma?
GQ: Pese a ser uno de los productores de la película, y que esto va en contra de nuestros intereses comerciales, como director me gustaría que sea una película que se pueda conseguir pirata en las calles de todas las capitales de Latinoamérica. Por ahora ya se cumplió en Lima y en Buenos Aires... En Lima, cuando se estrenó, como aún lo la habían podido piratear, vendían copias piratas truchas que adentro venían con otra película. Comprabas Chicha tu madre a un sol y te venía Flash Dance.
Quiénes somos
Equipo de redacción:
Marilyn Botta
Carmela Marrero
Guido Maltz
Diseño y moderación:
Pablo Hernán Rodríguez Zivic
elsonidoq@gmail.com
Las opiniones expresadas en los artículos y/o entrevistas son exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Revista Siamesa