TE DIRÉ QUIÉN ERES

El príncipe valiente

Sobre Ashitaka en La princesa Mononoke de Hazao Miyazaki

Por Néstor Adrián Alba


Comenzaré hablando de un personaje que pareciera no tener nada fuera del arquetipo del héroe y cuando termine se darán cuenta cuánto de nosotros hay en él.
Ashitaka es un príncipe de escasa experiencia de vida pero con grandes “valores” de nobleza. Hábil y ágil en el arte del arco y flecha, emprende un viaje hacia su propio rescate -de devenir endemoniado y perder la propia conciencia-, después del intento de sus pueblos de escapar de las miserias de la involución que persigue a los seres de luz.
Ashitaka se enfrenta a este peligro, a este demonio que no escucha razones, que no puede dialogar y que -vaya casualidad- no puede hablar. Lo insta a reflexionar, pero la voracidad es muy grande y, aunque no lo disfruta, mata a su atacante,. Sin embargo, en la lucha sale herido por los mismos gusanos que carcomían al dios jabalí.
En este mundo los dioses conviven con humanos en un mismo plano material, están hechos de las mismas posibilidades y potencialidades de vida: cualquiera puede vivir y nadie puede escapar a la muerte. La magia se da en la cotidianeidad, todo es alcanzable, todo lo divino es palpable, tanto como la oscuridad. La malicia en este mundo es una “no-elección”: si no se tiene el control sobre uno mismo se puede desfallecer; si no se tiene dedicación y dirección, uno puede confundirse, obnubilarse, oscurecerse y caer.
Ashitaka sabe que si se da al odio, será tomado por la fuerza arrasadora de la oscuridad que lo hará perder las riendas de su propia vida y de este modo perturbar al paraíso en abundancia sobre el que pisa, que lo alimenta y lo deja crecer. Él va en busca de su salvación que sabiendo que está dentro de él. Sabe que es posible y confía.
Su alma se expresa a través del respeto: mira sin odio, no juzga ni prejuzga. Ya no hay polaridad, ya no hay necesidad de tomar posturas, la meta es otra.
Se enamora de la pasión de otra princesa, hija del gran dios lobo, defiende su amor, defiende la posibilidad de encuentro de esos polos en el eje, en la presencia misma. Me animaría a decir que podría poner en riesgo su viaje y su apego a la vida por la unión en equilibrio, de una convivencia pacífica, de una sanación y reconstrucción de su tierra, del espíritu del bosque dador de la vida y la muerte, de la naturalidad.
Con el mismo poder que este espíritu de la naturaleza de día -caminante nocturno protector de la vida- puede dar una vida, con el mismo toque, acabaría con millones de otras, para volver a crear un universo nuevo. Ashitaka ha sido testigo y sobreviviente, ha alcanzado la propia sanación, se ha limpiado de bichos, ha dado luz a las mentes enceguecidas, instrumentado la salvación de la vida de su tierra. Sin embargo, cuando el amor de su vida le confiesa que los humanos siempre serán sus enemigos y elige quedarse cuidando a sus hermanos, los animales del bosque -ella también siendo humana pero criada bajo la perspectiva animal-, no lo acompaña.
Entonces… ¿Quién podría decir que este personaje no vive plenamente un final feliz? ¿De qué se trata ser feliz? ¿Siente dolor por no haber sido acompañado físicamente por la mujer que amó? ¿Qué hacemos cuando boicoteamos nuestra felicidad y todos los logros? ¿Corresponde pararse en la carencia?
Finalmente ella no hizo lo que -su ser interno más profundo- “debía”. y él , a causa de ello, sigue su camino de regreso al hogar solo. Nosotros, tal vez, perdamos mucho tiempo de disfrute haciéndonos todos estos cuestionamientos...

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