DÉME DOS
Ay qué vida tan oscura.
Sobre el libro Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley y la película Dr. Frankenstein de James Whale
Por Diego Lambertucci
Al crear utilizamos el poder de componer: un atributo de los dioses. El amor o la pasión nos hace creadores y al dar forma a la obra, la naturaleza se reproduce a partir de nuestras manos. Luego, a veces, nuestra obra se nos vuelve extraña, queremos abandonarla o destruirla. Pero no podemos: es una parte de nuestro cuerpo o nuestro corazón. Huimos pero ella pero nos persigue. Empieza a vengarse de nosotros al ser negada por su soledad “monstruosa”. Estos son los crímenes del arte o la ciencia
En la novela gótica escrita por la inglesa Mary Shelley en 1818, Frankenstein o el moderno Prometeo, Víctor Frankenstein, al ver el horror que ha creado, huye del laboratorio. De un encuentro entre creador y criatura nace la petición de que el investigador complete su obra creándole una compañera. Víctor emprende la tarea pero se arrepiente y la destruye. Víctor muere en un barco en su búsqueda para, a su vez, darle fin.
El personaje es inmortalizado por el cine en el clásico de 1931 Dr. Frankenstein, dirigido por James Whale, interpretado magistralmente por Boris Karloff en el papel de la entrañable criatura.
Dos imágenes: Una es el monstruo mirando embelesado a su novia, en el laboratorio donde acaba de ser creada. La fina mano de la dama entre sus manos, mientras con la otra ella se toca el corazón o la amplia ropa blanca que la envuelve. La otra es la de Boris agarrándose el pecho con sangre seca en la frente y su tornillo oculto al otro lado del cuello. Es el Monstruo despechado que sufre su condición de engendro atemorizador, por la generación y negación irresponsable de su padre. Su deseo choca contra todos los designios y lo obliga a no ser. Pero él, en ese sufrimiento y en todo lo que el personaje representa, ya es inmortal.
La novia que pide el Monstruo a Víctor es un reclamo compulsivo de reparación del mal, así como Adán pide a su demiurgo su compañera. La belleza de la novia endulza al Monstruo, lo embellece volviéndolo niño, gracioso en su patetismo romántico.
Estas imágenes tienen el poder de sintetizar un saber tan humano como es el de la magia o la ciencia poética. El conocimiento de las formas en que aparecen y se desarrollan las fuerzas afectivas que nos mueven: el deseo y la necesidad de dar y recibir.
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