La meglio gioventù, de Marco Tullio Giordana


¿A quién no le dijeron alguna vez que "por cada libro que se lee hay otro que no se lee"? Tal vez algo parecido ocurra con las películas. El problema estaría cuando una sola película nos consume el tiempo de tres o cuatro. En ese caso, ¿se justifica la inversión de tantas horas?...

Estrenada comercialmente hace ya una década, La meglio gioventù cuenta la historia de una familia italiana desde 1966 hasta 2003. El protagonista principal es Niccola (Luigi Lo Cascio), seguido por su hermano Matteo (Alessio Boni). Debemos decir que, aparte de los protagonistas, hay en la película una enorme profusión de personajes. Sin embargo, a pesar de la riqueza de tramas para tejer y entrecruzar, ni Marco Tullio Giordana (el director), ni Sandro Petraglia o Stefano Rulli (los escritores) supieron resolver de manera interesante el desenvolvimiento dramático de tantas historias. Es así que tienen la brillante idea de tomar dos caminos: o bien matan a los personajes, o bien los casan (¿será que para estos guionistas ambas resoluciones son lo mismo?).

En lo que respecta a la estructura del relato, y para poder hablar con propiedad, es necesario decir que originalmente se trató de una miniserie de cuatro episodios, cada uno de 100 (¡cien!) minutos. Teóricamente, cada capítulo debía tener un inicio, desarrollo y fin propios, pero rejuntados en una única y gigantesca película, estas tres partes están diluidas. La tensión dramática, insostenible durante semejante lapso, oscila de manera pendular. Así, el film fracasa en mantener la atención y el interés del espectador.

En cuanto al conflicto, afirmaremos que La meglio gioventù no tiene una oposición de fuerzas clara, si es que acaso tiene alguna. Sencillamente las cosas suceden y se van acumulando. Cadenas de acontecimientos que navegan a la deriva y se amontonan. En ocasiones se desvían tanto que, cuando los autores quieren reencausar las historias de los personajes, las resoluciones parecen dislocadas.

Por otra parte, es notable que el principal (y único) recurso del que se valen los guionistas de la obra sea el golpe bajo. En concordancia con ello, pues sigue la misma línea de planicie creativa, los diálogos no tienen vuelo alguno. Los personajes no conocen otra forma de discutir que no sea gritando o yéndose de las conversaciones, es decir, escapándose de ellas.

Ahora bien, más allá de nuestras observaciones, debemos destacar tres puntos valiosos del film: una fotografía irreprochable; interpretaciones muy buenas; una recreación histórica bastante bien concretada. Ésta última apunta a la memoria emotiva de los espectadores cuya juventud coincide con los diferentes períodos representados. Se trata, como dijimos, de puntos valiosos, pero que al fin de cuentas no alcanzan para rescatar al film.

El cine italiano solía ser una cosa muy bella. Películas golpebajistas, frías y pretenciosas como La meglio gioventù nos hacen extrañar aún más toda aquella hermosa tradición de buen cine, creado bajo fuertes aspiraciones artísticas e ideológicas. Una historia fílmica cimentada en el duro trabajo y en el compromiso militante de sus antiguos realizadores.


Texto: Guido E. Maltz.


Ficha técnico-artística:
Título original: La meglio gioventù (La mejor juventud).
Dirección: Marco Tullio Giordana.
Guión: Steffano Rulli y Sandro Petraglia.
Protagonistas: Luigi Lo Cascio, Alessio Boni, Adriana Asti, Sonia Besmargasco, Maya Sansa, Fabrizio Gifuni, Valentina Cannolutti, Jasmine Trinca, Andrei Tidona, Lidia Vitale, Giovanni Scifoni, Riccardo Scamarcio, Fransco La Macchio, Camila Flippi.
País: Italia.
Año: 2003.
Género: drama.
Duración: 354 minutos (versión para cine); 400 minutos (versión televisiva).
Distribución: RAI.


Enlaces de interés:

Dirección:

jimenarepetto@gmail.com

Ariana Pérez Artaso
capullodealeli@gmail.com

Equipo de redacción:
Marilyn Botta
Carmela Marrero
Guido Maltz

Diseño y moderación:
Pablo Hernán Rodríguez Zivic
elsonidoq@gmail.com

Las opiniones expresadas en los artículos y/o entrevistas son exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Revista Siamesa