Que el mundo me conozca, de Alfred Hayes

Se está terminando la década del cincuenta. Él es guionista. Mientras su mujer lo espera en casa, divide su temporada en Hollywood entre el tic tac de la máquina de escribir y los tragos que le sirven de fiesta en fiesta. Ella, su futura amante, es aspirante a actriz y adoradora de una fama loca que se le escapa de las manos. 
Aquí viene una de las preguntas más cruciales para un mundo de pantallas: ¿dónde se conocen? 






Un día, una fiesta en la playa. Ella toma unos tragos de más y camina hacia el mar. Él la mira hasta que se interna. Después sigue el rescate. Así empiezan una historia que, aunque pretende rehuírle al amor, su paso se torna inevitable.
Si el inicio de una relación marca un rumbo -si no pregunten a los guionistas de comedias románticas-, el de esta pareja surfea entre los oleajes de las apariencias sociales y los vientos de la frivolidad. 

Esta increíble nouvelle de Alfred Hayes, publicada originalmente en 1958, presenta una historia de amor del otro lado de la pantalla. Entonces volvamos a él, ahora el escritor. Alfred Hayes (1911 -1985) nació en Inglaterra y fue guionista de Hollywood. También un escritor más que interesante. Que el mundo me conozca llega editada por Bestia Equilátera con una traducción pulcra que deja que la historia, estructurada en escenas, fluya. Las descripciones del Hollywood de los 50s y sus mañas  se entrelazan con la debacle de los protagonistas, sus temores, su imposibilidad de estar juntos. El humor negro con el que el protagonista narra la relación pone en evidencia el costado del mundo al que representa: el de los que tienen éxito, aunque no tanto, pero sí lo suficiente como para ser la envidia de las merodeadoras de un sistema que no las deja entrar ni salir. Porque la pantalla, no es para todas. 
 


Algunas escenas de este libro recuerdan el comienzo de Georgia Lorrison (Lara Turner), la protagonista de Cautivos del Mal (The Bad and the Beautiful), una actriz que aspira a todo mientras se sumerge en la nada. Vincente Minnelli a ella le dio gloria. Pero aquí nuestra protagonista debe resignarse a que la generosidad quede dentro de las películas. A la dama de estas Letras le toca recoger vasos vacíos cuando termina la fiesta en la que pocos bailan.


Texto: Jimena Repetto

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