El rumor de los bordes, de Lila Zemborain

Para dar cierre a la semana, el próximo viernes16 de marzo la poeta Lila Zemborain trae al Centro Cultural de España en Buenos Aires su último libro, El rumor de los bordes (Biblioteca Sibila, 2011)El encuentro contará con Arturo Carrera como presentador oficial. 

Antes de escuchar los poemas en Paraná 1159, les dejamos acá un adelanto de los textos que componen en libro:  

 
De una cara sale una línea que recorre un garabato abstracto, como si la propia subjetividad fuera un garabato abstracto, algo a lo que se atina por juego, dejar fluir la mano en el reconocimiento de una sensibilidad que se devana en el TIEMPO de selección de cada espacio, de cada documento, un tiempo íntimo que construye una expansión, una figura que adquiere el hechizo de la mesa de madera y la lámpara, de la cinta scotch y la tijera, el trabajo de cortar y de pegar sería llamarlos borradores, errores que se
admiten y páginas en blanco, la posibilidad de despegar y que quede allí un título sosteniendo una ausencia            unareferenciasinimagen         como un deseo que se quiere salvaguardar del olvido, un gesto que debe despejarse en este ensamble que se restituye a la memoria
Y más acá de la obra, la vida del artista como un garabato
abstracto, desentrañando lo uno de lo otro, de lo informe la pasión, de la compañía el SECRETO, en estos textos visuales, en estos poemas visuales, casi sin palabras.

A R. B.

Adentrarse en el mundo de las CELULAS con el ojo de Terry Winters, en donde se unen imágenes con palabras como mórula, racimo de células apeñuscadas, conglomerado de pigmentos que se extienden como glóbulos voladores en un espacio primordial, enfocando el ojo hacia la construcción molecular, no así de la molécula de tinta porque la tinta con que se escribe no conforma la textura de la sucesión de palabras, sino algo que tiene más que ver con el procesamiento que realizan las neuronas para ordenar y consignar una abstracción.
¿Qué mórula instigó este deslumbramiento?
El lenguaje se esparce en un caldo
de fluidos aglutinados o atravesables como redes que explayan el placer de materias que seducen pigmentos o formas mecánicas de construcción para dar una cualidad emocional a las palabras que no quieren ser inscriptas en su literal obviedad y muestran en su flotante divagar una radiación cromática y una CONSISTENCIA vaciada de sentido que chorrea volumen.
 
Estas rocas imponentes hacen olvidar lo de atrás, o lo de atrás se pierde ante el sonido del AGUA rompiendo en las rocas, aunque las rocas resisten, como mausoleos de la incógnita que habrán de trascender la insolencia del que mira y sabe que ese goteo, ese trepidar con una resonancia incandescente, no termina aquí, puede ser más suave o más feroz, pero está aquí hace milenios en esta ciudad tan cercana como ABISMAL, por la naturaleza del agua, en la que nos sumergimos sin pensar cuántos siglos tiene su escasa transparencia, irresistible como el sol o la corteza de la tierra al suculento festín de las gaviotas.

Y claro, así mirado y contemplado, el barco se desintegra en las olas que socavan y agrietan las piedras con tumultos de una espuma atronadora que carcome esta geografía inseparable de la atmósfera, del oxígeno que limpia, oxida y envenena ciertas especies que viven bajo el agua, lo que es vida para unos es muerte para otros, lo que es agua que no muere es desmembramiento incesante de lo vivo.  Y por eso a las rocas se viene a hacer el amor, sí, a las rocas se viene a hacer el amor. 

Todo se tritura hasta su constitución molecular y allí en esa increíble CONVULSION algo queda, algo se junta, se arrebata, se subsume, se apelmaza, se adhiere o se derrite, se compone o desintegra, y en ese intercambio microscópico la vida se sumerge y se reflota en niveles tan lejanos que las ansias en otoño se pudren para asegurar que el rumor circule en la tierra en estado latente.

Sangre derramada a su vez entre las dalias, dolor ajeno a un dios concluyente, o es tal vez que se ha llamado dios a esta continuidad exigua de la vida al ver un más allá de lo uno, el universo en su extenderse hacia los límites, como un enorme cuerpo viviente, un cuerpo humano gigantesco formado por protones y neutrones que Paracelso veía como la ABISMAL reflexión de lo micro y de lo macro.




LILA ZEMBORAIN (Buenos Aires) vive en Nueva York desde 1985. Ha publicado los libros de poesía El rumor de los bordes, Rasgado, Malvas orquídeas del mar, Guardianes del secreto, Usted, Abrete sésamo debajo del agua, El color del agua, y el ensayo Gabriela Mistral. Una mujer sin rostro. Es curadora de la serie de poesía KJCC de NYU, donde dirige el MFA de Escritura Creativa en Español.

ARTURO CABRERA (Pringles, Bs. As., Argentina, 1948). Poeta, ensayista y traductor. Publicó más de veinte libros de poesía, entre los más recientes, Las cuatro estaciones (2008), Fastos (2010). Sus libros de ensayos incluyen Nacen Los Otros (1993) y Ensayos murmurados (2009).
Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano y portugués, y ha traducido al castellano obras de Y. Bonnefoy, Michaux, H. de Campos, Ashbery y Pasolini.
Recibió el Premio Nacional de Poesía Mauricio Kohen (1985), la Beca Antorchas (1990), la Beca Guggenheim (1995), el Primer Premio Municipal de Poesía de la Ciudad de Buenos Aires (1998), el Premio Konex de Poesía (2004), el Premio de Poesía Hispanoamericana Festival de la Lira en Ecuador (2009) y el 2do. Premio Nacional de Literatura (2011).








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