Arrabalera y otros unipersonales, de Mónica Cabrera



El humor como válvula de escape
Por Perez Artaso Ariana

“He oído que una obra de arte no debería servir para nada. Un vaso hecho por un artista es una artesanía, no una obra de arte, dirán algunos académicos. Yo sé que no es así; que podemos vivir en nuestra obra, por nuestra obra y de nuestra obra. También comprobé que nuestra obra puede ser real, no el producto de una investigación de mercado y que, sacrificando algunas cosas, con esfuerzo y estudio, se puede seguir siendo uno mismo y no transformarse en algo que sirva al sistema”.

Con estas palabras de aliento, da inicio Mónica Cabrera a su disfrutable libro Arrabalera y otros unipersonales, editado por Colihue en 2009, dentro de la serie Dramaturgias argentinas, de su colección Teatro.

El mismo, reúne cinco divertidísimas obras que Cabrera no sólo escribió –allá por el 2000-, sino que también interpretó en diversos escenarios.


Con el humor a flor de piel, la actriz y dramaturga nos presenta una compilación de peculiares personajes, la mayoría de ellos mujeres, que a través del código elegido por su dúctil creadora nos hacen reír de hechos y situaciones que perfectamente podrían ser para llorar.

Este es el caso de Chabela, la limpia, que en “Arrabalera, mujeres que trabajan” se describe:

“Soy Chabela, la empleada de la limpieza. Sin parientes próximos, sin olor a tabaco, sin ausencias. Católica apostólica romana practicante, llevo con calma y cristiana resignación mi cruz. La cruz de la sospecha”.

¿El único pecado de Chabela? Su gusto prohibido por las muchachitas menores de edad, como esa que vive en la casa donde trabaja, de ojos oscuros como brasas y pelo ensortijado rojizo, que la mira con tentador descaro.

Otro de sus cómicamente tristes personajes es Ceci, trabajadora sexual, quien se presenta sin tapujos:

“Soy sexi sex, desde que nací. Mi caminar, mis pensamientos son sexis. Soy sexi producto. Es tan sencillo para mí. Soy sonsa, la sé, ¿a quién le importa? Seducidos completamente por mis tetis y mi pompi. Ceci sex ¡bum! (…) Soy sorda. Sin seso. Soy sosa. Soy ciega. Soy tan popular, tan pública, tan pueblo. Soy sexi socialista. O soy justicialista. O neomenemista. O postguevarista. El Che es sexi. Como Sábato, como Saramago, como Solyenitsin, tan sexi exiliado”.

¿Y qué es lo que molesta de Ceci sex bum? Que a través del velo de la risa que el personaje propone, se trasluce una realidad inquietante, de ideologías que se mezclan y defienden con la nublada razón de lo confuso.

La edición contiene además, los unipersonales “El sistema de la víctima” y el policial “¡Dolly Guzmán no está muerta!”, que en lugar de actos tiene escenas, como si estuviésemos ante una película que bien podría ser en blanco y negro. 

Junto a ellos prosiguen la desértica “Limosna de amores” y  “El club de las bataclanas”, el cual, según la misma Cabrera, fue pensado como un texto radial que finalmente terminó perteneciendo al teatro.

Por último, se incluye en Arrabalera una entrevista realizada a la misma Mónica Cabrera, proseguida de un estudio crítico, confeccionado por Patricia Espinosa.

En él, Espinosa analiza los textos de Cabrera desde su mirada. Para ella, los unipersonales seleccionados por Colihue “responden, en cierta medida, a las necesidades interpretativas de una actriz que es capaz de experimentar en escena una constante metamorfosis y que, además, se atreve a jugar a dos puntas entre la lucidez y la locura, la desesperación y la ironía picaresca, la furia y el desamparo”.
  
Así, entre mujeres -y algunos pocos hombres- que sufren, ríen, trabajan y buscan la forma de adelgazar, amar y sobrevivir, Cabrera hace pensar al lector o espectador, que muchas veces a través del humor se soportan mejor las cosas. 

Fotos: Cortesía de Carolina Alfonso, María Gestión Duche & Zárate.

Obras de Mónica Cabrera que vimos:
 El club de las bataclanas.

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