Antígonas, de Alberto Muñoz

Por: Clarisa Anabel Pozzi

“La luna es el reino poético, materia antes de ser forma; es un fluido que penetra al soñador”, dice Bachelard en “El agua y los sueños”; en “Antígonas” de Alberto Muñoz, estas dos mujeres transitan los caminos de una vida llena de misterios, que son a su vez materia de poesía.

La obra está dividida en cuatro piezas breves en un solo acto; la primera parte, “las hijas de la luna” pone en el tapete el tema de la belleza, la belleza como un canon inalcanzable, deseado, envidiado, anhelado.

¿Es belleza un rostro terso?, se pregunta una de las protagonistas, quizá lo bello esté en otro lugar, oculto, a dónde no nos remitimos nunca, un sitio inexplorado al que no accedemos porque no nos permitimos ver más allá.

Entonces nos sumergimos en el reino de las cremas y los cosméticos para ocultar las marcas, los “ríos”, según una de las dos Antígonas, y se hace cualquier sacrificio con tal de ver el rostro más lozano.

Como una manera de querer atrapar una juventud que se desvanece de las manos, tras intentar mil y un malabares para parecer lo que no somos, para semejar menos edad de la que tenemos, para pasar a ser máscaras de nosotras mismas.

La segunda parte, “las hijas del aire”, nos lleva al terreno de la música y el sueño, el canto que eleva y nos transporta; Ingrid Pelicori y Claudia Tomás, son dos caras de la misma moneda, dos mujeres que buscan complementarse una a la otra siendo en el fondo una misma persona.

Pelicori viene en busca de una certeza, de saber realmente quién es, Tomás se envuelve en la melodía de su propio canto y comprende que la mujer que la enfrenta sabe a dónde se dirige como una flecha en el blanco. La cantante es el blanco, el punto de llegada, la otra es la búsqueda, el trayecto, lo transitivo.

En la tercera parte, con “las hijas del agua”, las dos mujeres van en busca del espíritu de su hermano muerto; en una noche cerrada y fría navegan en un bote y recuerdan momentos de la infancia.

“El agua es una leche desde que es cantada con fervor, desde que el sentimiento de adoración por la maternidad de las aguas es apasionado y sincero”, explica Bachelard, el agua es símbolo de la femeneidad.

La vida es ese misterio, y la noche se hace poesía, las palabras se sumergen para reflotar, y ellas avanzan, sin miedo, ignorando los peligros de la noche, fieles al llamado de su ser querido.

Indagación de ese universo femenino donde se quiebra el muro de lo imposible al poner por encima de todo el poderío del amor del que se nutre la lírica y que se transforma en el motor fundamental de todo lo existente.

La cuarta parte, en “las hijas del dolor”, los personajes circulan por los caminos de los fármacos que aparecen como soluciones mágicas para las angustias del ser humano; un lenguaje recetado como respuesta a un mundo que cierra puertas todo el tiempo y en el que resulta difícil subsistir.

Pelicori pone a Almafuerte como respuesta, “no te des por vencido ni aun vencido”, dice, aquí la palabra se sobrepone al silencio, la voz de la poesía tira por la borda el submundo de la depresión y las drogas.

Estas Antígonas, como buenas hijas de la luna, conviven con el dolor y el placer, sobreviven y persisten en un mundo en ruinas pero su voz se sobrepone al sinsentido y su accionar es eco que trasciende y que alumbra el porvenir.

FICHA TÉCNICA

Antígonas”, de Alberto Muñoz.
Intérpretes: Ingris Pelicori y Claudia Tomás.
Dirección general: Leonor Manso.
Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.
Domingos, 20.30 horas.
Localidades: 40 pesos.


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