LA CUESTIÓN DEL ARTE


Por: Clarisa Anabel Pozzi

Cuando la muerte se hace presente aparece la imagen de la nada donde todo es incertidumbre. A este nihilismo absoluto se contrapone la imagen esperanzadora de un dios y de estas dos visiones también es posible alcanzar una tercera que es el arte como síntesis superadora de esta dicotomía.
A través del arte se ven representadas la lucha de fuerzas del bien y el mal, lo apolíneo y lo dionisíaco, Dios y la nada. El hecho artístico es la plasmación de una sensibilidad, es según palabras de Nietszche, “sensualidad inteligente”.
El artista como creador genera un universo compuesto de reglas que están presentes aún ante la manifestación del caos, porque detrás de un mundo caótico se deja entrever la imagen del equilibrio necesario para que la obra adquiera su sentido último.
Lo feo, aunque resulte paradójico, está revestido de belleza, porque el horror, lo desagradable también es arte y esconde su luz en el ocaso; como una puesta de sol sin sol pero sabiendo que el astro de luz a pesar de la oscuridad está presente.
De las artes es la música la que más nos abarca, porque el sonido nos inunda los demás sentidos y permanece en nuestra mente. Es común la relación de una melodía con un momento vivido, es decir, que la música se transforma en vehículo del recuerdo.
También el leitmotiv o hilo conductor une una situación o personaje a una melodía tornando la música como un elemento casi narrativo, así hizo Wagner con su Tristán. Los temas de la ópera se entretejen en el preludio pero no se mezclan.
La pintura plasma colores, formas y texturas. El amarillo de Van Gogh semeja más que un color, es casi un tema, es la pintura de la ensoñación cercana a la locura. Estamos en el límite de lo posible.
La literatura es el campo de la imaginación plasmado en un papel. Viajero es el escritor que emprende una obra y abre caminos insospechados. Su pluma corre recreando lugares y situaciones, los personajes tienen vida propia, por momentos nos olvidamos de su creador.
Recorremos una exposición como quien recorre un buen libro, cada pasillo es un capítulo aparte, los colores dibujan perfiles, las líneas delimitan contornos, la luz nos invita al encuentro, recreamos la historia de cada cuadro.
Visitar un museo nos modifica. “Después de visitar un museo, no se sale de él con el mismo sentimiento vital con el que se entró: si se ha tenido realmente la experiencia del arte, el mundo se habrá vuelto más leve y luminoso”, afirma Gadamer.
El arte es juego, Hörderlin decía que “la poesía es la ocupación más inocente de todas”, inocente porque aparece bajo la forma del juego, fuera de la seriedad de las decisiones que en todo momento son “debidas”.
“La necesidad de volver a jugar el juego puede ser observada – explica Gadamer – en el caso del artista que vuelve una y otra vez a su obra, y también en el caso del espectador que vuelve una y otra vez a ver la misma pieza que atrajo su atención, que vuelve a escuchar una y otra vez la canción que lo cautivó”.
El arte es participación, jugar supone jugar con alguien y a la vez formar parte de algo. El arte moderno, por ejemplo, a través de las instalaciones rompe la distancia entre la audiencia, el público y la obra.
El contemplador, el espectador, ante una obra dadaísta como la “Bicicleta” de Duchamp vuelve a verse en la situación de tener que preguntarse y decidir si dicho objeto puede tener derecho a ser o no arte.
H. R. Jauss explica: “se elige una rueda delantera y su montaje sobre un taburete, al tiempo que se exige al espectador un esfuerzo desproporcionado: estéticamente sólo podrá disfrutar del objeto, sentirá la provocación de la anti-obra de arte, si evoca el canon del arte anterior –esto es, el de la apariencia bella- y también, además, en la medida en que busque por su cuenta la significación de ese objeto, al parecer indiferente a todo”.
El concepto de arte tambalea, “la provocación de Duchamp – dice Peter Bürger- no sólo descubre que el mercado de arte, que atribuye más valor a la firma que a las obras sobre la que ésta figura, es una institución cuestionable, sino que hace vacilar el mismo principio del arte en la sociedad burguesa, conforme al cual el individuo es el creador de las obras de arte. Los ready-mades de Duchamp no son obras de arte, son manifestaciones”, concluye.
El arte es aquello que perdura más allá de los hombres, se inicia así el camino de la trascendencia, el arte es entonces superador de tiempo y espacio; ajeno a toda idea de progreso se sobrepone al mundo abarcándolo en toda su inmensidad.

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