GRANDE Y PEQUEÑO de Botho Strauss

-Teatro-

Grande y pequeño: el miedo a la soledad

Por Clarisa Anabel Pozzi

Botho Strauss es uno de los directores contemporáneos vivos más importantes del mundo, de los más reconocidos y representados dentro y fuera de Alemania, es una referencia clave para la comprensión del teatro de nuestro tiempo.
Dice el autor: “El teatro es vida. E incluso puede que sea la única vida que queda en una civilización tan demoledora como la nuestra”. Sobre esta tensión entre el ser humano que desea y padece, y la civilización que lo demuele, versa “Grande y pequeño”.
Dos personajes en un escenario despoblado: una puerta, una ventana de acceso para comunicarse. El autor nos propone una “pancomedia”: nadie empieza, nadie termina, nadie está separado y sin embargo nadie está junto, no corre hacia nada, pero el deseo no cesa.
Carlota (Ingrid Pelicori), la protagonista, atraviesa un sinfín de situaciones, siempre dentro de su soledad, una soledad que grita, sufre y padece, con la necesidad de oír, aunque sea por un rato, las voces de otros y aplacar ese vacío que provoca el silencio.
Por eso es necesario hablar: hablar solo, con otros, no dejar espacios en blanco que no haya cómo llenar; su vida se transforma en un monólogo compartido en el que los demás son eco de su propia soledad.
Logra menguar su tormento un desfile de hombres (siempre interpretados por Horacio Peña) que aparecen en su vida pero que se esfuman al poco de conocerla; hay en ella una búsqueda desesperada del prójimo como refugio para su alma quebrada, una indagación por encontrar su otra mitad, otro que la complemente y la retorne a la vida.
La actriz transita por el mundo cargando con un amor que no fue y que ella insiste en recuperar. Va por la vida con una carpeta de dibujos y con un televisor: por un lado el hecho artístico que la acerca a su propio ser y por otro el aparato que la aliena.
Un personaje es revelador, se llama Sören, fiel reflejo del filósofo Sören Kierkegaard y con él toda la temática que envuelve la obra: una mujer sumida en la angustia existencial.
“La amenaza está en todo y en ninguna parte – dice Kierkegaard – la angustia no es provocada por nada determinado. Por eso la angustia nos envuelve en un sentimiento de extrañeza inquietante (umheimlichkeit)”.
“Grande y pequeño” es el mundo de estos personajes, Dios aparece de manera intermitente en sus vidas, como refugio desesperado ante el miedo a la nada. Se trata del sentimiento de la soledad, abandono e impotencia que el hombre halla en la raíz de sí mismo cuando trata de pensarse, no partiendo de un ser superior sino a partir de sí mismos solamente.
“El hombre moderno y contemporáneo se jacta de poderlo todo, de ser dueño y dominador de todo y capaz de producirlo todo – dice Heidegger- y sin embargo el hombre no es capaz de producirse a sí mismo; mi existencia es un hecho bruto que se nos impone, y por el cual, por ende, no tenemos poder alguno”.
La obra transita las peripecias de una mujer recién separada que se enfrenta al desamor, al sin sentido, y que busca infructuosamente en los otros algún remedio para la angustia existencial.
La acción se desarrolla en una sucesión de escenas muy dinámica, con toques de humor y a la vez de suma profundidad; vemos siempre a la protagonista “tocar fondo” para volver a la vida, comprobando una y otra vez que, de todos modos, persiste el deseo.
Predominan en su vida los ratos de ocio, pero éste no es un ocio creativo; recuerda a una amiga dela infancia e insiste con reencontrarla para, de alguna manera, volver a conectarse con sus raíces y con su propia identidad.
Carlota necesita recuperar las huellas del pasado, para reconocer quién es y qué sentido tiene esta vida para ella; su ex marido se va a transformar en un referente directo de lo que ella fue y de lo que no quiere dejar de ser porque la incertidumbre de lo que vendrá la paraliza.
Así es como circula en un intento de atrapar en otras personas rasgos que le recuerden lo que vivió y que la retornen a la seguridad que implicaba su pasado más próximo, que la alivianen del peso de cargar con una existencia sin nombre.
Así es el gran libro que aparece ante sus ojos, vacío, sin escribir, con todo un camino por recorrer. Pero ella no se anima a avanzar y prefiere seguir con la vista atrás y ya casi no se preocupa por su aspecto personal.
La voz del hombre la subyuga, y el deseo la torna a la vida, a sentirse otra vez mujer, y ella es sorprendida, en esa sala de espera donde el tiempo parece detenerse y ella aguarda el porvenir.

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