FRAGMENTO DE: Sin ton ni son.
El cielo puede esperar
Sobre “Golpeando las puertas del cielo” de Bob Dylan en Pat Garret y Billy de Kid, de . Sam Peckinpah
Por Juan Pablo Bertazza
Es la segunda bravuconada de Pat Garret para atrapar a su viejo amigo Billy the Kid. Por un lado, el bando de la ley y, por el otro, los fieles del joven pistolero. Garret, sin perder un ápice de elegancia, mata mortalmente a uno de sus ex camaradas y le pregunta, en vano, por el paradero de Kid. Aparece luego una mujer que ve morir desangrado pero en paz a su marido, víctima fatal del enfrentamiento. Un silencio antecede al huracán porque justamente cada uno de los acordes de Golpeando las puertas del cielo son truenos.
Ya en una de las primeras escenas de la película –filmada por Sam Peckinpah en 1973- Patt le “avisa” a Billy que tiene cinco días para escapar a México porque, ahora que está del lado de la ley, tiene orden de empezar a perseguirlo. La charla es entre sublime y amistosa, sobran las citas a canciones emblemáticas de Bob Dylan como Like a rolling stone y The times they are changing pero, lo que más me impresiona es una mención que hace Billy sobre la muerte de un tal viejo Eben Patt. Le contesta a su compañero de ruta -no sin cierto doble sentido-: “Siempre me gustó Eben, por lo menos sabía cuando marcharse”.
Sobre las canciones de Bob Dylan llueven y lloverán una dura lluvia de interpretaciones. De Golpeando las puertas del cielo se dijo, entre otras cosas, que había sido inspirada en un amigo muerto de sobredosis. Seguramente la hipótesis no sea demasiado cierta, pero está muy a tono con la temática de esta película, para la que Bob compuso especialmente el tema en cuestión; el cual aparecería como parte de la banda sonora del film y, más acá, en la película homónima del director Thomas Jahn, estrenada en 1997.
“Mujer, sacame esa insignia de encima, que ya no puedo usarla; todo se está volviendo demasiado oscuro, demasiado oscuro para ver, siento que estoy golpeando las puertas del cielo. Dejá mis pistolas en el suelo, mujer; ya no puedo dispararlas: esa gran nube está descendiendo, siento que estoy golpeando las puertas del cielo” canta Dylan mientras llega el crepúsculo. La mujer, que hasta hace poco estaba matando policías rifle en mano, no deja de llorar mirando la agonía de su marido. Sus lágrimas van a llegar a un río que, junto a la misma caída del sol, acentúa la evocación de aquellos momentos en que hay que decidir cambiar de rumbo o continuar en la misma línea.
De repente, la música se detiene y aun antes de que alcancemos irremediablemente el mando a distancia para rebobinar y escuchar de nuevo esa fantástica canción, termina sorpresivamente la escena... justo ahí donde todavía estamos esperando.
Honesto, como todos lo que alguna vez vivieron fuera de la ley, Pat le explica a Billy por qué le vendió su alma al bien: “Fue una forma de quedar con vida”. Billy the Kid ignora los avisos de Pat, sigue su vida como si nada hubiera pasado y ni siquiera piensa en la posibilidad de matarlo cuando algún compañero se lo propone: “¿para qué? si es amigo” responde.
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