Todo como si no fuera, y todo como si
fuera.
Marina Tsvietáieva
Poema
a Rainer Maria Rilke
Escritura y lectura de poesía son experiencias que
se entrelazan. La lengua poética, con latidos invisibles pero constantes,
recrea figuras de una voz desdoblada –voz del yo que enuncia, voz del yo
lector, retraída en imaginario silencio. El primer libro de un poeta es siempre
un salto por encima de muros imperceptibles pero tan reales y consistentes como
los de la piedra basalto.
En el libro de Jimena
Repetto, Autos rojos/ bestias impares,
ese salto está dado a través de poemas que van recorriendo dos itinerarios: uno,
dibujado en un escenario exterior, natural; otro, sujeto a arenosos espirales de
relatos de amor. El escenario de los primeros se abre sobre imágenes que son,
en realidad, un recorte en el espacio-tiempo, como lo es toda mirada
reconstruida en la escritura. Son ámbitos que eligen colores, animales, un
fondo de pasto o árboles, pero no para componer una descripción idílica o de
sereno tono bucólico –allí va a aparecer siempre ese elemento que sacude,
inquieta; un corte que prueba temor, tal vez el giro demoníaco como los que
pueden tener los más privilegiados paisajes. Así lo leemos en el poema “Los
patos”, cuyo vuelo ni siquiera presagia el impacto sobre el vidrio del vehículo
de los personajes: repentino cambio en la escena; o en “Invasión”, donde las
palomas amenazan como premisa del peligro, o en “Así mueren los peces”, en el
que el baile de la muerte redimensiona la pesca: alejarse para no ver. Y
también están los ñandúes, las ardillas, el elefante, en directa alusión o en
metáfora, porque lo animal es parte del no decir que se oculta en las presencias
cotidianas.
En la otra puerta, lo
amoroso, como experiencia que desnuda o ansía un punto de sostén –velocidad
para evitar que la herida no sangre o que se anticipe cicatrizada. Bestias impares, la segunda construcción
del título del libro, alude a ese foso abierto e inevitable.
En Autos rojos/bestias impares predomina el hilo del tiempo, a veces
veloz, fugaz, a veces arrancado como trozo en el recuerdo. Un día, una noche,
un viaje –ir hacia, volver de–, como en los poemas narrativos, “Los músculos de
Bruselas” o “No son horas”, por ejemplo, donde esa tensión se hace más
presente.
Y hay poemas que se organizan
como una teatralización o dramatización –lenguaje que Jimena Repetto conoce
porque también ha escrito teatro–, ubicando al lector en un horizonte en el que
se incluyen el sujeto poético y varias líneas de fuga; allí siempre está lo
emocional en desequilibrio, descentrado, en estado de alerta, o visto con vidriosa
ironía. Así lo podemos leer en el último poema del libro, “Correspondencias”, cuyas
secuencias corroen toda candidez e irradian desesperanzada crueldad.
Toda obra literaria se
inscribe siempre sobre una recta de lenguajes ausentes y presentes, como lo
afirman los mismos versos de Repetto en su poema “Camiones”:
Los que se quedan siempre,
guardan un recuerdo presente
previo a la distancia.
Ese mirar y retroceder,
reflexivo y conmocionado por los hechos, es lo que va conformando el texto. Y
así, el lenguaje de Autos rojos/ bestias
impares cruza memoria en la imagen y contemporaneidad en la palabra, teje versos
que semejan reproducir la entonación de lo cotidiano; las frases se fingen
camaleón o espejo de las vivencias, pero pronto algo cruje y se rompe, hace
visible una construcción que lleva a preguntarnos: esa mímesis, ¿era mímesis de
qué?
Escribir poesía, ser
poeta, exige creer en un comienzo, ese instante en que pareciera que aislar las
palabras separa a quien escribe del mundo, o empieza el mito de otro mundo,
como en el poema “Por si acaso”:
Por si acasoquisiera decirteque un tiempo atrásyo no sabíani de poemas ni de palabrasy todo era un mitocomo la niebla o la luzen la primera mañana
Jimena Repetto acepta comenzar,
encender las lámparas, que es también desandar lo real para organizarlo inverso,
paradójico o duplicado.
Liliana Ponce
Buenos Aires, octubre de 2012
Autos Rojos Bestias Impares se presenta este jueves 6 de diciembre en La oveja Descarriada Aráoz 1047, CABA. ¡Los esperamos!