malapalabra de Cecilia Maugeri




Cosas que no se dicen


Por Jimena Repetto




Entre las buenas y las malas palabras el conflicto siempre fue y será relativo. Moralistas y académicos pueden discutir a su antojo lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo, el trabajo de la literatura y, más concretamente de la poesía, es poner en crisis a la palabra en sí, junto a todas sus atribuciones.
En malapalabra, libro de Cecilia Maugeri que acaba de editar Viajera Editorial, la lengua se resiste a nombrar, se pelea con sus límites en las representaciones y se hace material maleable, músculo de lo literario.
Entre los discursos interrumpidos, los juegos de ritmo, la voz se arriesga a sugerir más que a decir. La unión de los poemas genera cierto misterio por las series que nos presenta "palabra mala", "contra la pared" y "bajo techo" son los tres grupos en los que se unifican los poemas. El espacio se torna refugio de los versos, como si hubiera que protegerlos del referente externo, ese mundo otro, que sólo ingresa por las hendijas.
La pregunta que surge, tal vez, es cómo acercarse a un poeta que recién comienza a publicar. El problema es pensar en la publicación los orígenes del poeta cuando ellos se encuentran, en rigor de verdad, antes en la voz que en el libro como objeto.
Cecilia Maugeri, quien participa como tallerista y organiza junto a Karina Macció y Virginia Janza diversos ciclos de lectura, sabe que hay en la oralidad un desafío para el verso. Así volvemos a los ritmos. Los poemas tienen cortes fuertes, que se van entrelazando. Si la lectura nos lleva de arriba hacia abajo en la página con vertiginosidad, percibimos en la oralidad un respiro que se entrecorta, como ahogado en su primera zambullida.
En la desintegración del hilo del discurso las palabras adquieren nuevos sentidos. Retumban. Un libro deja imaginar los poemas que quedaron por fuera, la caligrafía, el tiempo de la escritura. Un primer libro es la comprobación contundente de todos los libros que no fueron, los esconde. Pareciera que el libro de Cecilia Maugeri hace referencia a palabras inconclusas, palabras que necesitan un mundo al que referir, un mundo que no las traiciones. Amor que sea el otro. Un yo que sea yo mismo. Un tiempo que se detenga y no escape. Los referentes se diluyen porque se desconfía de ellos. Este libro, entonces, refiere al mundo como creación, creación imposible salvo en los versos.

Entrevista a Cecilia Maugeri

¿Qué te aportó la docencia para la escritura? Entiendo la docencia en distintas áreas, en la facu, en los talleres...Digo, transitás ámbitos
muy diferentes en apariencia pero que tal vez te dan "nutrientes" distintos.

¡Muchísimo! Hay algunos poemas en malapalabra que son una respuesta a alguna cuestión que surgió en taller, inclusive hace muy poco se me ocurrió
una idea para una monografía en un taller que estoy dando sobre Puig, discutiendo con el grupo. Enseñar alimenta todo tipo de escrituras. A veces
pasa que con una persona en particular se da una complicidad con el uso de las palabras, o siempre hay desacuerdo y entonces surge la necesidad
de escribir en respuesta a eso. Por otro lado, muchas veces me pasa que me sorprendo alentando a alguna acción que me repercute. Por ejemplo, cuando insisto en que respeten los tiempos del proceso y si no están escribiendo, que revisen lo que ya está hecho y traigan para organizar el material... Bueno, yo estoy en ésas ahora y no estoy organizando nada. Entonces, muchas veces pasa que lo que digo como docente me repercute como alumna. En la facultad también, es igual. Creo que es el efecto de ser una estudiante vieja y una docente joven.


Tenés una formación como dramaturga y actriz y, a la vez, coordinás lecturas, ¿Qué le aporta a la poesía la recepción en vivo? ¿Cuál es tu
experiencia en todos estos años coordinando talleres?


Esta es mi lucha. Yo creo que las obras de teatro son textos muy sinceros porque se hacen cargo de que fueron escritos para ser puestos en escena, y ésa es casi su definición. Es el género que más se define por su destino: escribo esto para que sea representado. Por más de que
después el texto sea leído, hay una intencionalidad de representación fuerte y lo leemos teniendo en cuenta eso. En el caso de la poesía o la narrativa esto es mucho más libre, pero cuando voy a leer en un ciclo, por ejemplo, considero (aunque sea sólo por ese instante) que se trata de
una dramaturgia. Hay algo en ese texto que tiene que ser puesto en escena, aunque sea sólo con la voz. Esto no lo pienso sólo para mí, cuando organizamos lecturas trato de explotar eso en otros autores también. Porque creo que cuando leemos en voz alta, para un público, tenemos que ser
conscientes de que hay otro escuchando, que no nos lee la mente y que no está leyendo del papel el texto que escribimos. En ese momento, estamos representando el texto, el cuerpo es una herramienta, es la hoja, y todo eso en su conjunto es lo que se va a leer. Parece una obviedad, pero
muchas veces pasa que un texto genial no se escucha por problemas técnicos (el autor lee muy bajito, para adentro, tartamudea o le pone cantitos raros que distraen) y eso es una lástima. Se soluciona practicando y es ahí donde el teatro hace un aporte fundamental.
¿Qué considerás que le aporta a la poesía la recepción en vivo?
Dos cosas: una, que el circuito actual está dado de esta forma, para que te lean, para que el texto llegue a otros oídos/ojos hace falta participar en los ciclos de poesía; y la otra, que teniendo esta práctica (le lectura en voz alta) y teniendo en cuenta que el texto tiene esa posibilidad, la escritura se transforma y hay un trabajo consciente con todo lo que tiene que ver con la oralidad: ritmos,
distintos tonos, volumen, expresión, etc.

En tus poemas es muy interesante el manejo del ritmo y los cortes de verso. ¿Cómo escribís? Tenés primeras versiones, reescribís? cortás y
pegás? tanteás los textos en vivo? Lo tallereás?


Sí, todo eso. El primer público es el taller. Para mí fue muy importante contar con un grupo que estaba en las mismas condiciones que yo (en un proceso) y tener la respuesta de una recepción sincera y espontánea. Kari también es muy exigente con la sonoridad de los poemas. Entonces, voy
con confianza porque tengo una buena referencia. Ése es para mí el espacio más importante de tanteo. Cuando leo algo con público desconocido, en general ya lo revisé bastante, no me animo a tantear directamente con el micrófono. En cuanto a la forma de escribir, sí, corto, pego, reescribo,
tiro, extiendo, de todo! No tengo una sola forma de resolverlo. Para el ritmo, lo que más me ayuda es escucharme.

¿Qué autores te interesan? ¿Qué autores te aportaron para tu escritura?

Te respondo desde el presente. Ahora estoy con Puig, Baudelaire, el I-Ching, Calvino y los poetas concretos. De Puig me interesa la pasión por el relato, el desborde, las ganas de seguir leyendo, la picardía, la sexualidad, siento que es un autor que se ríe mientras escribe (y a veces es
alegre y a veces macabro), y me encanta. Tengo que confesar que todavía no me animo a ser aportada por Puig. Baudelaire es re complejo, tiene muchos niveles, se puede leer mil veces y seguir encontrando cosas re diferentes. Leerlo es una prueba para ver en qué estoy, qué estoy mirando.
Ahora lo estoy estudiando y lo que me aporta es la posibilidad de ir a fondo con la lectura. Y hay que aventurarse en ese infierno, eh! El I-Ching es una nueva adquisición y lo estoy explorando. Me aporta imágenes que tienen que ver con lo que estoy escribiendo ahora. Calvino es un
maestro, lo estoy revisitando para dar taller. Me gusta su poesía, su humor, su sencillez, su visión, su precisión e intensidad. Tiene todo, es un poeta. Es un maestro porque activamente expone su experiencia como escritor, más allá de lo que una pueda tomar de su literatura. Y ayuda
mucho saber que muchos problemas que encontramos al escribir son propios del métier (y no es que una sea deforme). Los poetas concretos también los descubrí hace relativamente poco. Todavía es pronto para ver qué me aportan, pero puedo destacar la contundencia y la capacidad de decir
muchísimo con pocos elementos, la síntesis. Da la impresión de que cuanto más simple, más múltiple y cuanto más “quieto” más mutable. Se parece al I-Ching.
Éste también es un aporte grande de la docencia: Puig, Calvino y los concretos los estoy viendo para dar clases, y leer con esa intención me da un acceso más profundo y un compromiso con el texto que no tendría si leyera “para mí” o “por ocio”.

¿Cómo fue la decisión de sacar el libro?

Resulta que estaba escribiendo mucho en un mismo archivo de Word, eran distintos textos pero tenían que ver y cuando me quise acordar tenía como 50 páginas de poemas. La escritura llevó más o menos un año y en el medio salió Viajera. En ese momento “ya estaba preparada” (lo digo entre comillas porque preparada-preparada no estoy nunca, cagaso siempre hay) para publicar por dos cosas: porque el texto se imponía, venía pisando fuerte, y porque formando parte del proyecto, estaba (y estoy) de acuerdo con la publicación y con esta manera de publicar. ¿Cómo no iba a tener
mi libro de Viajera? Además, estando en la posición de “profe”, tenía que dar el ejemplo. ¡Como ves, la docencia aporta muchísimo!


Cecilia Maugeri
Buenos Aires, 1984
Lic en Letras en curso
Coordina talleres literarios
Su primera obra de teatro se titula Comué
En 2008 publicó Visitante
Coordina talleres literarios y organiza ciclos de lectura.
Dicta clases como ayudante de la materia "Literatura brasileña y portuguesa" en la FFYL, UBA


Malapalabra
Cecilia Maugeri, 2009
ISBN: 978-987-24360-3-2
120 p.
$35


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