Germán di Pierro


Los efectos psicosomáticos de mi jefe en mí


¡No! ¡No puede ser! ¡Este temblor otra vez! Ahora sólo queda esperar lo peor... No se preocupe por mí, director. Ya he padecido estos trastornos antes. Qué vergüenza, por favor, justo en este momento. Mmmmmmmm. Nunca me había ocurrido aquí y delante de usted. Una infinita oscuridad rodea mis ojos y aún siento la convulsión, primer síntoma psicosomático generado por su presencia. Le advierto que si permanece aquí verá un espectáculo vergonzoso. Le pido disculpas, pero no puedo dejar de sentir estos efectos cuando está usted delante de mí... Son incontrolables... Es sólo un momento: enseguida reanudo el trabajo. Mmmmmmmm. ¡Y justo aquí, en su oficina! Si me mira tiemblo como un niño y no veo ni mis manos. ¿Y por qué me ha llamado, director? Ahora, de repente, tenerlo otra vez delante de mí me afecta de este modo inesperado. No depende de mí, es inevitable como la aparición de una llaga o una enfermedad. Desde ya me disculpo. Esta oscuridad me marea. No estoy sintiendo ninguna sensación que no haya experimentado antes. El malestar me ciega; revienta mis ojos. Ya no puedo fingir más los trastornos delante de usted. Me dijeron que me estaba buscando, director. ¿Algún inconveniente? ¡Ay! ¡Ya casi no puedo distinguir las formas! ¿Algún error en el informe del balance, director? Sepa que no he considerado las exportaciones del último trimestre. Especialmente no diferencio el negro o los colores muy oscuros en formas diminutas. Por ejemplo ahora no distingo bien la forma de su boca: no me doy cuenta si se ríe o permanece serio. Pero no se preocupe. Ya vuelvo a trabajar, director. Este trastorno dura unos minutos… Sé que no puedo pedirle que se retire, pero no se imagina, si permanece ahí, el espectáculo vergonzoso que va a presenciar. Es usted muy cordial, director. No se lo merece.

Mire mis ojos, giran como planetas sobre sí mismos. Este es el siguiente trastorno psicosomático que experimento ante su presencia después del mareo. Ni me toque ni me hable. Una contorsión automática agita los músculos extrínsecos de mis ojos hasta el calambre. ¡Cómo cambia mi humor de repente! Me parece que tengo, salientes sus puntas, dos conos enfermizos en el lugar de mi córnea. Este es el síntoma previo a la explosión de mis ojos. Y usted ni se da cuenta. Un calambre espantoso crece alrededor de los músculos que rodean los párpados... Si acaricia sus ojos los va a sentir sanos y quietos, sin contorsiones, como si estuvieran cómodos sobre su cornea, tan oblicua. Los míos, en cambio, ¡ay! ¡Ya ni los siento! No distingo ni una luz. Y ahora mire esta rotación desenfrenada… Brrrrrrrrrrrr. Brrrrrrrrrrrr. Me parece que una mujer gorda ha hundido sus dedos, con la fuerza de todo su cuerpo, y con la rebeldía que le genera el recuerdo de sus sueños no realizados, en los músculos orbiculares de mis párpados finos. Y cada músculo que rodea el globo ocular sufre un calambre que no olvido. Puedo ver apenas la oscuridad de su boca. No se enoje, director. ¡Ay! ¡No me mire así! No puede culparme, no depende de mí. ¡No! No levante la voz… Ahora mis ojos giran sobre sí mismos como poseídos por una maldición de carácter sobrenatural. ¿Lo ve? No se incomode, director. Ya pasa... Ya pasa. Rotan con violencia y no puedo controlarlo. Yo enseguida volveré a trabajar, director. No se preocupe. Soy yo el que debería alterarse, y míreme; ya no opongo resistencia a estos trastornos. Sólo quiero dominar mis movimientos a pesar de estos inconvenientes. Discúlpeme. No quiero generarle problemas en la Compañía, director. Enseguida continúo con mi trabajo. Si quiere déjeme permanecer solo, de pie, un momento. Quizá eso me ayude. ¿Ve desde su lugar la rotación desenfrenada de mis ojos? No es una imagen terrorífica a pesar del dolor. El ojo gira sobre su propio eje sin parar y me impide cualquier movilidad a causa de la ceguera. Es por esto que permanezco de pie, inmóvil. ¡Ay! Mis manos abiertas. Siento los músculos de mi cara afectados. ¡Ahora sólo queda esperar la explosión! ¡Ay! ¡Ay! No duele, pero es el espanto y la tristeza de verme a mí mismo ofreciendo este espectáculo lo que me hace gritar así... Así como estoy, así, parado, delante de usted, director. Brrrrrrrrrrrr. No. No se aleje. Yo no puedo evitarlo. ¿Por qué se enfurece? No me señale así. No me acuse. Aaaaaaaah, No. No… No me diga eso.

Es inevitable. No alcanza esta explosión ni el sonido que genera un petardo. ¡Revientan! ¡Director! ¡Mis ojos revientan! Psssssssss. Psssssssss. Si no me mira tanto no explotan. Aaaaaaaah… Por favor, a pesar de todo esto, yo soy un empleado responsable y cumplidor. Usted me conoce, director. Quiero que sepa que estoy terriblemente avergonzado. ¡Ay! Psssssssss. No duele o duele menos que un tirón de orejas brusco. ¿Distingue los destellos diminutos desde su lugar? Uno tras otro… No siento dolores posteriores ni temblor corporal aunque estoy estremecido. No se trata de un trastorno imaginado, dado que esta violenta rotación y su sorpresivo estallido se ven desde lejos. Usted mismo lo ve ahora, director. Mmmmmmmm. Ya no opongo resistencia a estos efectos psicosomáticos. Mire mis ojos explotar. Psssssssss. Puedo describir con tranquilidad lo que se ve, pero mi percepción interior del fenómeno es indescriptible. ¿Distingue el movimiento del humo que dejan en su lugar las chispas? Me es difícil sinceramente expresar lo que siento, director. Si la capa esclerótica blanca parece perder su centro y continúa como ve, su rotación desenfrenada, mis ojos empezarán a despedir lágrimas que apagarán la explosión. No quiero dejar de advertirle, a pesar de todos estos inconvenientes, que yo lo estimo y respeto, director. Sí. ¿Cómo podría no hacerlo? Es usted considerado y cortés, director. He padecido estas mismas perturbaciones con aquel director que hoy es presidente de la A. R. del Uruguay. ¿Lo recuerda? ¿Cómo era su nombre? Él era calificado y cordial con los empleados. Sin embargo, como ahora, yo no podía ocultar los efectos que me generaba. Era inevitable el temblor de mis manos y mi encía cuando se acercaba. Él se enfurecía y amenazaba, no como usted que se espanta y aleja. Ahora sólo resta esperar lo peor. ¡Qué vergüenza! Gracias, director, yo no dejo de agradecer… aunque no lo crea, no duele, no duele.

Y ahora esta explosión de mis ojos encendidos se apaga con lágrimas que expulso sin parar. Míreme. ¿Está ahí, director? ¿Está pensando? ¿Habla? ¿En qué piensa? Hable. ¡Mire mis ojos ahora, se están apagando por el desprendimiento delicado de mis lágrimas cuantiosas! Mírelas caer como chorros. ¡Y esta agua empapa mi ropa y moja todo! ¡Ay! ¡Ay! Son sólo lágrimas que apagan la explosión. Aléjese, por favor. No quiero mojarlo. ¿No? El chorro no se detiene. ¡Aaaahaaaa! Y no lastima, a pesar de la violencia con la que el agua salpica. ¡Aaaahaaaa! Enseguida querrá usted conversar conmigo sobre los informes, director. ¡Aaaahaaaa! Ayer me quedé en el turno nocturno para terminarlos. ¿Los ha controlado? Hable... quiero saber qué esta pensando... ¿Y qué hace mientras yo experimento los efectos de su presencia en mí? Dígamelo porque estas perturbaciones psicosomáticas me impiden mirarlo. ¿Qué dice? No le entiendo, director. ¿Que no lo esperaba? Sí… Lo imagino… Sin embargo, soporto como si fuera un dolor o un delirio esta acumulación de efectos físicos. ¡No! No haga eso, director. ¿Porqué cada uno de mis órganos sufre esta alteración espantosa ante su presencia tan recta y ejemplar? ¡Qué disgusto le hago pasar, director! Perdone, mil veces perdone este angustioso, patético espectáculo. No se agite. No me mire así. En este tipo de situaciones es cuando usted debe recordar el empleado que soy. ¿Qué? ¿Si? Disculpe. Disculpe. Pero esto no es todo... los siguientes efectos son más vergonzosos, o lamentables.

¡El impacto del quinto efecto me obliga a cerrar los ojos aunque no quiero dejar de hablarle! ¡Por lo tanto a veces voy a mover los párpados y los labios al mismo tiempo, como uno que pestanea mientras habla! Mmmmmmmm. ¡Ay! ¡Mire esta corona en mi cabeza! De ella cuelga esta serie delicada de hilos dorados… Mire, son tan delicados que ni los veo… ¡Sí, aquí, aquí estoy! Soy yo... ¿Y este tul tan gigantesco que cuelga de mi cuello y se desdobla desprolijamente en el suelo? Mire la delicadeza de este tejido… ¡Este es el quinto efecto ocasionado por su presencia! No, no me mire si no quiere. Ya termino. Enseguida me recompongo y vuelvo a trabajar, director. No. No se cubra los ojos. No se avergüence por mí. Yo le ofrezco mis disculpas. Y lo entiendo, lo entiendo. ¡Aaaahaaaa! ¿Por qué ocultar lo inevitable? He intentado ser un empleado ejemplar y espero sepa usted disculpar este desliz. Créame que a pesar de estos efectos, yo lo respeto, director. Es usted humilde, aunque inspira en mí también cierto temor, y en el origen de estos efectos está el miedo a perder el trabajo. No es la primera vez que me ocurre. También sufría este tipo de trastorno delante de la ex subdirectora. Ella vivía con el presidente de la Cámara de Industrias –no estaban casados y ella ahora se llama a sí misma viuda de él. No he sabido nada de ella. ¿Usted? ¡Oh! ¡No quiero con este espectáculo incomodarlo! Mire… ¿Distingue desde su lugar las gotas de sudor en mi rostro y mis manos…? Esto prueba el esfuerzo y el nerviosismo que implica experimentar estos últimos efectos delante de usted. Mire mi cara, está cubierta como mi cuerpo y mis piernas con un maquillaje algo blanco y algo dorado, lo que prueba mejor que nada que este vestido me hace más joven. ¡Si parece que no soy yo! ¡Ya no sé cuanto tiempo hace que empecé a presentarme tan ridículamente vestido ante su presencia! ¡No se ofenda! Mire el brillo de la corona junto con el vestido que ve. ¿Lo percibe desde allí? Es una prenda maravillosa que luce obscena sobre mi pecho repleto de vellosidades… ¡Oh! ¡Oh! ¡Si! Quizás no coincida la sensación que describo con lo que usted ve! Voy a caminar un poco por aquí… míreme… es maravilloso desde cierto punto de vista… Mire… ¡Y usted es la causa de este trastorno! También la subsecretaria de la sección de exportaciones, que es mi superior, me hace temblar así. ¿Aprecia desde allí es matiz verdoso del vestido? Me queda un poco holgado, y está como ve, desprendido en la zona en la que la prenda cubre los senos… Si se lo contara no lo creería… podría envolverme en el tul y así ofrecer un espectáculo envidiable… Las vellosidades de los brazos tampoco quedan bien con la delicadeza de este paño… Mire… Si quiere puede tocar… Mire estos detalles diminutos adheridos a esta parte del tul; y no sé si puede apreciar desde allí los dibujos bordados sobre la capita con hilos de colores. Mire como brillan… Toque… Mire… ¡No! ¿Por qué se enfurece, director? No me mire así. ¿Qué? ¡Espero no ocasionar un disgusto entre usted y yo! ¡No…! ¡No, por favor! No me amenace con eso… ¡En otra oportunidad cubriré las horas no trabajadas hoy a causa de este inconveniente! Pero sabe, ¡ay! esto no es todo, director.

Su presencia me afecta de un modo inexplicable, y en el colmo de los efectos, de las perturbaciones, descubro esta inversión que ni mirar en mí puedo... Voy a mostrarle… Mire… Mire… Mire estas enormes vellosidades… la cantidad que ve, le da una idea del tamaño de los labios… ¡Qué voluminoso! ¡Nunca antes se habían inflado tanto! Pero sabe... no es tan grave... A esta altura no hay mucho por ocultar... Todavía no ha partido y ya siento la ausencia de mi prominente miembro y mis testículos rugosos entre mis piernas. En su lugar, preste atención, mire este par de labios grandiosos que se mueven como si tuvieran vida propia. Mmmmmmmm. Y mire mis senos caídos; rugoso es el extremo de su pezón, lo que prueba mi feminidad. Voy a quedar completamente desnudo para que contemple el último efecto… Mire mi vello púbico, son los vellos púbicos mas largos y más oscuros del mundo. ¿Había visto antes una cabellera tan larga y delicada? Mire su tono, no se distinguen todavía sus raíces oscuras, lo que prueba que se trata de una cabellera que acaba de ser teñida. ¿Por qué se enfurece y se despeina? Insisto en que en otra oportunidad cubriré las horas no trabajadas hoy a causa de este inconveniente, director. He concluido las estadísticas de exportación que me solicitó. ¿Las leyó, director? No he considerado las ventas al exterior ni las deposiciones de la D.G.I. ¿Por qué me señala? No me acuse. ¡No! ¡No! No me señale así. No es tan terrible este cambio de sexo después de todo el espectáculo patético que le obligué a presenciar. No me mire si no quiere. Mis dos manos así abiertas no alcanzan a cubrirla completamente… ¡No! Está enfurecido. ¿Había visto usted antes un pubis tan tupido, director? ¡No se espante! No. No se aleje, director. Sé que es evidente la artificialidad de los labios a causa de la textura y del tamaño, pero no deja de ser el más vergonzoso este último padecimiento que ocasiona su presencia… No se cubra la cara, director. No quiero avergonzarme dado que se trata de trastornos físicos inevitables, es decir, no dependen de mí... No. No se aleje. Venga. Mire. Espero que esto no lo ofenda, quiero decir, a pesar de todo esto, yo lo respeto, y sé que soy un trabajador responsable... Si quiere puede usted tocar. ¿Distingue desde allí el movimiento descontrolado de los labios? ¿Le da miedo? Mire, parecen tentáculos, se mueven por sí solos. No. Por favor, no me grite. Ni mis ojos cierro; ya no me asusta este cambio sorpresivo de mi sexo... Toque. Mire. Toque. ¿Se va? Me recuperaré enseguida y continuaré con mis obligaciones, director. Es que no puedo pararme a causa del peso de estos labios desproporcionados... de modo que deberá acercarse usted para saludarme y darme su mano… Mmmmmmmm. ¡Oh! No tiene porqué saludarme. Lo entiendo; usted me entenderá a mí. Mmmmmmmm. No se aleje. Discúlpeme director. Enseguida continúo. Quiero terminar las estadísticas de exportación que solicitó. Se han recuperado colocaciones si comparamos este trimestre de actividad con el del año anterior. He incorporado en la gráfica los efectos nefastos del cierre del Banco M. ¡Que calamidad! Espero que este espectáculo no vuelva a ocurrir delante de usted. Ya pasó. No… ¡No me haga eso ahí! Mire. Me recompongo fácilmente. Sepa que me siento muy sofocado. Adiós señor, director. ¡No! ¡No me diga eso! Mire mis ojos: ya casi puedo abrirlos otra vez. No hay por qué preocuparse. Sinceramente… lo lamento. Me recompongo. Me recompongo. Me recomp… Puedo mover mis piernas. Mire. Creo que podré mantener el equilibrio si logro apoyar mis pies acá. Voy a intentarlo… Por favor, podría… ayudarme… por favor… por… ay… sólo levantarme… no… no… no tiene por qué hacerlo… Aaaahaaaa. Sí… Otra vez la estabilidad, director. Aaaahaaaa. No, no mire si no quiere, director. Adiós. Ah… Ahora sí… Mire. Ah… Ahora puedo permanecer de pie, director. Mire. Siento mis párpados. Sí. Sí. Ya pasó. Otra vez el equilibrio, director. Sí… Adiós. Veo. Veo. Sí. ¡Ah! Sí… sí… Ya pasó. Vuelvo a trabajar, director. Mire. Vuelvo a trabajar. Mire. Puede estar tranquilo. Voy a recuperar el tiempo perdido, director. Mire.


Para conseguir Aparato reproductor y leer más de Germán Di Pierro:

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Germán Di Pierro (Montevideo, 1980) Escritor, Profesor de Literatura. Tiene un yate. En el 2004 realizó la Huelga de artistas en el marco del  Proyecto RELOAD F5 organizado por el Centro de Artes Visuales de Santiago de Chile (C.A.V.S.). En ese mismo año presentó en Imola (Italia) la serieEl espacio del que fatalmente tengo que hacerme cargo y en Narita (Japón),  y La luz de la aurora llega y nadie la recibe en su boca para el Solar Matrix art Proyect (Narita, Japón).  Autor de la serieHistorias de personas que lloraron delante de cuadros presentada durante los años 2006 y 2007. En el 2006 integró el libro de artista Por un futuro: a 30 años del golpe militar en Argentina y en mayo del 2010 publicó cuatro relatos bajo el título Aparato reproductor. Varios textos suyos han sido seleccionados en diversas convocatorias y publicados en catálogos y antologías.

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